Ciberadictos: vivir conectados

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La tecnología es un arma de doble filo: si no se la utiliza en su justa medida, puede producir malos hábitos, e incluso adicción. Como las “drogas duras”, Internet y las redes sociales estimulan los mecanismos cerebrales relacionados con la recompensa y el placer. Cómo cuidar a los chicos, que crecen frente a las pantallas. El caso de la escuela porteña que propuso a sus alumnos pasar “30 días sin Facebook”.

El hecho de trabajar buena parte del tiempo a través de las computadoras, utilizar Internet y conectarse con amigos y conocidos a través de las redes sociales ha transformado –y mejorado, probablemente- la vida de buena parte de la población de las grandes ciudades, en las últimas décadas. Sin embargo, el uso y abuso de la tecnología puede convertirse en un problema grave para algunos. Hay quienes no pueden desconectarse sin sufrir altos niveles de ansiedad, malhumor, tensión emocional e incluso síntomas físicos: son los ciberadictos, personas que pasan más tiempo frente a las pantallas que realizando otro tipo de actividades y que, por no desconectarse, pueden llegar a restarle horas al sueño, no salir o alimentarse en forma inadecuada.
El fenómeno crece con tal virulencia –no hace distinción de edad, de clase ni de país- que los especialistas comenzaron a alertar sobre esta cuestión y aportar claves para evitar riesgos que pueden tornarse peligrosos. En los manuales internacionales de patologías psiquiátricas empieza a parecer un concepto nuevo: el "Desorden Adictivo a Internet",  la patología que afecta a quienes terminan haciendo de la conexión un uso abusivo, del mismo modo que si estuvieran consumiendo una droga estimulante. Se calcula que, a nivel mundial, un 30% de los internautas están en riesgo de dependencia y que 8.8% ya sufren los síntomas por el mal uso de Internet.
 

Cuando los síntomas se extienden por más de cuatro meses -e incluyen, entre otros indicadores dificultades ante la desconexión de Internet, cambios en los ciclos biológicos, afectación en otras áreas de la vida social- se considera que la adicción está instalada, y suele afectar las relaciones laborales, de pareja, familiares, la economía personal; incluso puede acarrear problemas físicos como la tendinitis (la inflamación de los tendones de la mano por el uso del teclado y el mouse), resequedad ocular, perdida en la agudeza visual, problemas vasculares por el poco movimiento, cambios en el ciclo de sueño y la alimentación.
Uno de los signos más evidentes de que se está frente a un adicto, es que éste evidencia una pérdida de placer en otras áreas de su vida que antes le resultaban significativas y le producían satisfacción.
 

Elias Aboujaoude, un psiquiatra de la Universidad de Stanford especializado en Trastornos obsesivo-compulsivos, y autor del libro “Virtually you” sostiene que una de cada ocho personas revela signos de adicción. Entre los jóvenes también crece la dependencia: un estudio denominado Unplugged ('Desconectado') de la Universidad de Maryland concluyó: “La mayoría de los estudiantes universitarios son funcionalmente incapaces de privarse de sus conexiones mediáticas con el mundo”.
En Buenos Aires, alumnos del Colegio de la Ciudad concretaron una valiosa experiencia: vivir 30 días sin Facebook y no morir en el intento, además de dejar testimonio del experimento. “¿Puede un grupo de chicos y chicas adolescentes, nativos digitales y activos usuarios de las tecnologías, separarse de aquello que hoy se ha convertido en un denominador común?”, se preguntaron luego de varias instancias de debate y capacitación que los estudiantes sostuvieron en el marco del proyecto de Uso seguro, responsable y productivo de las nuevas tecnologías, impulsado por la Asociación Civil Chicos Net. A partir de ese momento, se entregaron al desafío: a modo de “reality” siete de estos chicos desactivaron sus cuentas de FB, mientras que otros siete, se encargaron del registro y relevamiento de las sensaciones y reflexiones que iban surgiendo a lo largo de los días.

 

En el camino, algunos de los alumnos renunciaron al desafío. Otros pudieron llegar a término sin caer en la tentación de reactivar la cuenta. Finalmente, concluyeron, fue positivo “desnaturalizar” aquello que parecía instalado e inamovible: la comunicación a través de las redes, la conexión compulsiva y permanente. Además, organizaron  el festival de arte que concretan todos los años en una plaza de Colegiales, con el objetivo de recrear en la plaza las formas de comunicación que mantenían por momentos casi exclusivamente a través de las pantallas, y produjeron un video que resultó ganador del Concurso Todos por la Tecnología, como Mejor Campaña de Promoción del Uso de las TICs –ver debajo-.
Los alumnos comprendieron que Facebook es una opción, una alternativa posible para el entretenimiento y la comunicación, y no una instancia de la que no es posible mantenerse al margen.

 

Recompensas cerebrales

¿Pero qué es lo que, además del hábito, genera la adicción? Está claro que hay variables psicológicas –personalidades más proclives que otras-, pero también hay variables químicas, que participan de modo innegable: está probado que el uso de Internet produce cambios a nivel cerebral. Por eso, en mayor o menor medida, todos los navegantes revelan síntomas ansiosos en cuanto se les retira esta tecnología.
El adicto, en el extremo más comprometido, muestra el síndrome de abstinencia en un grado máximo: cuando se le retira la actividad hay un cambio emocional notable, que se define por la agresividad, ira, nerviosismo o ansiedad aguda, lo que suele llevarlo a  reconectarse y así reiniciar el circuito. Como los adictos a las drogas químicas, el ciberadicto podrá argumentar que está en su derecho, que “no le hace mal” o poner las mil y una excusas para no apartarse de aquello que le produce placer, pero la realidad es que no está eligiendo libremente, sino que es esclavo de un mecanismo del que no puede salirse.
 

El cerebro de los adictos a Internet se parece al de los adictos al alcohol o las drogas porque cada pequeño estímulo genera una mini recompensa cerebral en forma de descarga de dopamina; eso explica el círculo vicioso en el que recaen una y mil veces, aunque perciban en alguna medida que no controlan voluntariamente su conducta, que se vuelve compulsiva.
Lo que preocupa a algunos neurólogos es que la adicción a Internet compromete otras habilidades cognitivas y emocionales: se calcula que provoca una reducción de entre el diez y el veinte por ciento en el área del cerebro responsable de procesar el habla, la memoria, las emociones y el control psicomotriz. Los psiquiatras consideran, a su vez, que puede provocar depresiones moderadas o severas y, en algunos casos, alertan también sobre el riesgo de padecer trastornos de personalidad, alucinaciones y psicosis (un equipo de investigadores de la Universidad de Tel Aviv afirma haber registrado los primeros casos documentados de “psicosis inducida por Internet”).
 

“La computadora es cocaína electrónica” fue la polémica frase que disparó, en este marco, Peter Whybrow, director del Instituto de Neurociencia y Comportamiento Humano de la Universidad de California, en Los Ángeles.
Nadie está al margen de los riesgos, a menos que se auto regule o acepte moderar el tiempo de conexión.

 

Niños y jóvenes, alerta roja

En el caso de las nuevas generaciones, la gran cantidad de chicos y jóvenes dependientes de la conexión obliga a los mayores a tomar nota de los peligros a lo que se encuentran expuestos quienes, sin duda, son los más indefensos: los jóvenes y los niños.  Un artículo publicado en la revista Pediatrics da cuenta de un estado al que define como 'depresión de Facebook': cuando se los aleja de la red social, los chicos también acusan síntomas similares a los de la abstinencia. La Universidad del Estado de Misuri, por su parte, concretó otro estudio que demuestra que, sobre un total de 216 jóvenes, el 30 por ciento da muestra de “depresión” leve cuando se lo aleja de la tecnología. A su vez, los resultados revelan que los jóvenes deprimidos son los que más usan Internet y videojuegos.

 

Qué hacer

Para empezar, conviene tomar conciencia de la situación: decidir qué lugar pretendemos o podemos darle a la Internet y las nuevas tecnologías, sin perder de vista que es la mente, y la salud, las que están en juego. Los padres de familia deben enseñar a los hijos a regularse, poner límites o normas de uso de Internet y trabajar ellos en la misma línea. Conviene atender los síntomas antes de que sea tarde.
El objetivo es el aprendizaje del uso razonable, calcular mejor los riesgos y reducirlos en las personas más vulnerables.

 

Links relacionados

Para ver el documental 30 días sin Facebook en el Colegio de la Ciudad: www.youtube.com/watch?v=HJh9UeQnkS0