Claves del nuevo amor adolescente
Ya no son niños y aún no son adultos. Pero tienen, por supuesto, el deseo y la capacidad de amar. Cómo son hoy esos amores de estudiante, esos romances de primavera que suelen resultar intensos e inolvidables. De qué manera influyen los nuevos hábitos comunicacionales. ¿Hay diferencias según el género? ¿Quién entiende a los jóvenes enamorados del siglo XXI?
Lleva impresa en su ADN la aventura del descubrimiento. Por eso suele ser intenso hasta la desmesura, a la vez circunstancial y definitivo, angustiante por el temor a lo desconocido y siempre inolvidable. El amor adolescente es como una montaña rusa en permanente funcionamiento, como lo es toda la adolescencia, con subidas y bajadas extremas, sin términos medios: absoluta felicidad o desdicha total. El psicólogo Mauricio Strugo, especialista en parejas, explica que “en esta etapa el enamoramiento es el más fuerte de todos, es muy intenso, diría que en la adolescencia siempre se está enamorado y pocas veces se llega al amor. ¿Por qué? Porque el amor tiene que ver con la aceptación del otro como imperfecto, con sus virtudes y defectos, y al ser una etapa evolutiva de tantos cambios, el adolescente todavía está tratando de descubrir su camino y trabajando para aceptarse a sí mismo; entonces, si elige a alguien es más desde la idealización”.
El especialista también entiende que hay ciertas diferencias según el género y la etapa por la que estén transitando: “Al comienzo de la adolescencia el amor es algo más de las jóvenes que de los varones, los chicos están pendientes de las chicas pero de una manera tímida, más desde el chiste y el juego, y si alguien les gusta es un secreto o una broma entre amigos; en cambio, las chicas al principio están más conectadas con la idea del primer novio, del chico que les gusta y están habilitadas, entre amigas, no con los chicos, a hablar de ello como algo que es parte del crecimiento. A medida que ambos crecen y son más conscientes del amor se van equilibrando en esto y aparece al menos el deseo, no siempre la concreción”.
Strugo, autor del flamante libro Padres o pareja: el quiebre de la pareja al convertirse en familia (Editorial Cien Lunas), señala además que las relaciones amorosas entre adolescentes están atravesadas por las habituales crisis individuales (de identidad, vocacionales, existenciales, etc.) que se dan en la adolescencia. “Es una etapa de mucho dolor por todos los cambios que se producen y socialmente solemos ser muy despectivos con este período llamándolo ‘edad del pavo’, desacreditando sus necesidades porque ya deberían ser grandes y esto es algo que no sucede solo ahora. Si bien ya se comprobó que es una etapa con todas las letras, a la adolescencia siempre la creyeron un pasaje entre la niñez y la adultez, dándole de esta manera poca importancia, pero por sobre todo teniéndoles poca paciencia y apurando a los jóvenes para que crezcan y dejen de darnos problemas. Entonces, si el adolescente está en esa transición y la sociedad, empezando por sus padres, maestros y hasta sus pares, les exige que sean otros que los que son, ¿cómo no van a estar en crisis? ¿Cómo no les va a costar saber lo que quieren y hacia dónde van? Claro que esto influye en las relaciones amorosas de esta etapa pero también si ambos jóvenes pueden hablar de lo que les pasa y contenerse entre sí puede ser hermoso”.
Hoy es hoy
Sobre las diferencias profundas entre los amores adolescentes de ayer y de hoy, el especialista dice que no necesariamente, como puede argumentarse, las relaciones actuales son más informales que las de años o décadas atrás. Sí cree que quizás haya una mayor aceptación de lo que sentimos y de poder expresarlo, e incluso hay más medios para hacerlo. Y que la mujer, a diferencia de otras épocas, también puede hacerlo sin tanto prejuicio. Para iniciar una relación e incluso para conocer a alguien, nuestros padres y mucho más nuestros abuelos tenían que pedir permiso a los padres de la mujer, era todo más formal; hoy está bueno avisar lo que uno va a hacer, sobre todo por seguridad, pero hay más confianza en las decisiones que toma cada uno y la mujer es respetada en su criterio de elegir qué hacer al respecto sin tener que pedir permiso a nadie. “También puedo decir aquí que el vínculo que se establece con alguien va creciendo o no, empieza quizá de manera informal sin necesidad de un contrato y a veces el paso siguiente es estar de novios y otras no, a diferencia de otras épocas donde la primera salida era para declararse el amor y entonces iniciar un noviazgo. Hoy esto va siendo si tiene que ser, aunque muchas personas luego reclamen que al final todo pueda quedar en la nada”.
Este tipo de relación menos formal, aun cuando sobrevuele el amor, ¿puede confundirse o fundirse con la amistad? “Absolutamente —sostiene Strugo— y no está mal ¿Qué mejor que tener una pareja que a la vez sea nuestra amiga? Está bueno porque podemos hablar de todo, pero también tienen que pasar otras cosas que nos diferencien de los amigos. Tiene que haber deseo, trabajo de pareja no solo para cuidarnos de no ser amigos sino para no ser socios que simplemente comparten un espacio y los gastos, porque esto hoy en día es muy frecuente; y para cuidar la pareja hay que trabajar todos los días ese vínculo”.
Otro aporte de la época, y el amor adolescente parece no ser ajeno a esta tendencia —de hecho, son nativos digitales—, es el de las nuevas formas de comunicación, que implican, en términos generales, mayor mediación de la tecnología y menos contacto personal. Se pregunta Strugo por qué si nacieron con la tecnología no harían uso de ella. Sin embargo, también advierte que muchas veces escudan sus emociones y sentimientos detrás de las pantallas, aunque la valora como una herramienta y un recurso. “El problema aparece cuando toda posibilidad de encuentro se reduce a eso, cuando muchos jóvenes al comunicarse de esta manera pierden empatía y no saben enfrentar a sus vínculos ni desenvolverse sin que medie la tecnología; cuando esto sucede, será mucho más difícil entonces hablar con alguien que nos gusta, plantear al otro que queremos tener un vínculo amoroso”.
Primer amor, celos, sexualidad
“El primer amor —define el especialista— es algo hermoso, único e irrepetible, la piedra fundacional de entender el vínculo con el otro atento a las necesidades de esa persona y no solo a las mías. Sin embargo, me gusta sostener la idea de que aunque haya habido ese primer amor todas las relaciones son únicas y que seguramente como ese primero no habrá. ¿Tiene esto algo de malo o lo hace mejor al primero? No, cada relación es única y viene a nuestra existencia para que aprendamos algo de ella; si añoramos ese primer amor estaremos negados a ver que por algo se terminó y que para algo está apareciendo está nueva oportunidad”. ¿Y el “amarse para toda la vida”? “Viene de la religión y es un condicionante muy complicado si nos quedamos arraigados a esta idea; el amor no es eterno, las relaciones de pareja, a diferencia de las que tenemos con nuestros hijos, tienen condiciones, y si esas condiciones no se cumplen ¿por qué someterme a la misma de una manera irrevocable?”.
Sobre los celos en la adolescencia, Strugo señala que siempre van a existir, a toda edad, como siguen existiendo las relaciones posesivas, tóxicas y abusivas porque no tiene que ver con algo que pasaba antes, hoy también las personas por sus características establecen vínculos de mucha codependencia emocional en los que sienten que el otro, haga lo que haga, si les falta es como la muerte y desde allí lamentablemente se permiten un montón de atrocidades en el nombre del amor.
El mayor cambio probablemente se dé en el terreno del deseo, en un sentido amplio: “Los adolescentes, hoy, diría que a partir de los 15 empiezan a animarse a manifestar más su deseo; y si bien sigue existiendo la conquista, esta suele ser más directa, más concreta en la manera, no existe todo el cortejo que se hacía antes; si quieren ser novios o empezar a conocerse lo hacen, lo que no quita que no se hagan regalos y hasta a veces tengan salidas románticas”. ¿Y la sexualidad? “Depende de la edad, los adolescentes de hoy ponen el cuerpo como protagonista de sus relaciones amorosas mucho más de lo que lo hacíamos nosotros a esa edad, no tienen tantos tapujos con esto, quizá van experimentando de a poco, algunos se apuran más pero también creo que ya no es el centro como lo era en nuestra época, donde estar en pareja o que alguien nos eligiera de verdad pasaba por consumar el acto sexual; al ser parte de la vida de ellos esto está integrado pero no es una obligación ni un requisito apurarse”.
Finalmente, señala la paradoja de vivir en una época con un gran volumen de información al alcance de todos, aunque de tanta cantidad de información disponible da la impresión que nos mareamos. “Los adolescentes —concluye Strugo— parece que la tienen clara porque son parte de ese mundo lleno de posibilidades, pero necesitan acompañamiento adulto, no entrometido pero sí protagonista, para hablar con sus hijos de métodos preventivos, de cuidados con respecto a sus salidas y maneras de vivir esta etapa; puede que por la rebeldía adolescente al principio cueste y haya renuencia a hablar de ciertos temas, pero si nuestros hijos ven que en realidad la idea es acompañarlos y no bajarles línea, como muchas veces se suele hacer, podremos ser compañeros de su crecimiento y experiencias y así prevenir situaciones complicadas”.