Claves para entender qué es la crianza compartida

Actualidad

Cambiar pañales, hacer dormir al bebé o atenderlo cuando está enfermo son tareas cada vez más habituales para muchos padres. Razones, ventajas y desventuras de un cambio cultural en marcha.

 

Los nuevos padres, padres comprometidos, crianza o responsabilidad compartida. El tema puede aparecer nombrado de diferentes maneras, pero es uno solo: la tendencia de los hombres a involucrarse cada vez más en la atención y el cuidado de los bebés en los primeros dos años de vida, es decir en aquella etapa en la que la presencia materna ha sido históricamente dominante. Los especialistas coinciden en que este modelo de crianza se empezó a difundir a partir del ingreso masivo de la mujer al mundo laboral, pero también alertan que todavía existen muchas trabas para que se termine de universalizar. Aquí, una serie de claves para tratar de entender los alcances de esta nueva forma de paternidad.

Cambio cultural. “Hay un cambio cultural que ya está absolutamente en marcha, que es el de la crianza compartida entre varones y mujeres. Ese es un cambio extraordinario. Se ha pasado de padres que eran solamente proveedores y figuras de autoridad a padres cuidadores. Y lo han hecho sin modelos. Es complejo, porque los muchachos para poder cuidar a los chicos han tenido que identificarse con sus madres, porque no se pueden identificar con sus padres si ellos no han cuidado hijos. Y para los varones puede ser angustioso identificarse con sus madres, porque les evoca imágenes de homosexualidad y pasividad. Y sin embargo lo están haciendo. Eso se da a nivel mundial, y el cambio es notable”, dice Irene Meler, coordinadora del Foro de Psicoanálisis y Género de la Asociación de Psicólogos de Buenos Aires.

Padres sensibles. Causa o efecto, lo que parece aflorar en aquellos hombres que por uno u otro motivo se han involucrado en la crianza de sus hijos a la par (o casi) de sus parejas es la sensibilidad. Según el psicólogo Eduardo Gosende, que suele trabajar e investigar temas de masculinidad y género, “muchos varones estamos todavía muy determinados por los estereotipos clásicos de la masculinidad de Occidente, que nos reclaman ser activos, competitivos, agresivos, fuertes, duros, no mostrar nuestra sensibilidad”. Sin embargo, desde su perspectiva, algo está cambiando. “Alejándose de los modelos de padre distante y autoritario, están comenzando a surgir nuevos padres, que por supuesto no están solos, generalmente van de la mano de mujeres que ponen en juego nuevas formas de ejercicio de la maternidad”, amplía.

Nuevas formas de disfrute. Esta nueva sensibilidad paterna subvierte de alguna manera la idea de complementariedad sobre la cual se basa el modelo más tradicional de crianza, ese en el que el hombre es el gran proveedor económico y la mujer se ocupa por entero de los hijos, el papá pone los límites y la mamá aporta el cariño. Ahora, este tipo de padre también transmite ternura y lo hace incluso a través del contacto corporal. “Un hijo despierta un montón de sentimientos. Me encuentro cada vez más con padres sensibles, que lloran cuando hablan de sus hijos. Hay una apertura emocional que se le habilita al hombre, es mucho más profundo que solamente ir a trabajar y volver con la plata. Empieza a aparecer el disfrute de la paternidad, el involucrarse y el darse cuenta que es muy placentero cuidar a un hijo, conocerlo profundamente en primera persona y no a través de lo que le cuenta la madre a la noche sobre lo que hizo y lo que no hizo”, describe Agustina Ramírez Bustos, psicóloga y coordinadora del espacio Crianza Libre.
 

Crianza compartida

Compartida es…compartida. Aunque cuando se habla de esta forma de crianza se suele hacer hincapié en cómo ha cambiado el rol del padre, es importante no perder de vista que más que nunca es una cuestión de dos. Si bien por un lado aún existen muchas familias en las que se sigue el patrón tradicional, los especialistas reconocen que se encuentran con casos en que los padres tienen toda la voluntad y la predisposición para cambiar pañales, bañar a sus hijos o dormir a sus bebés, pero es la madre la que muestra cierta resistencia a permitirse cierto desapego. Es clave, entones, que las madres habiliten ese lugar y liberen espacios para que los papás participen. La crianza compartida implica un aprendizaje para ambas partes.
 

En primera persona I. Leandro es papá de Felipe (3) y de Baltazar (6 meses) y es sin duda un padre comprometido con la crianza de ellos. Como su mujer trabaja en una oficina y él en su casa, desde siempre ha sido un padre muy presente. “Tengo la posibilidad de estar ahí para ellos, no me pierdo ninguna etapa de crecimiento, ni actos, vacunas, cambios de pañales, primeros pasos, primeras comidas. Además, me hice muy compinche de sus amiguitos y de sus maestras. Mis hijos tienen una figura paterna muy presente, poniendo límites de conducta pero con mucho juego también”, cuenta. La crianza compartida, sin embargo, también es un desafío para la pareja. “Tiene que haber mucho amor y comprensión de ambas partes, porque el cansancio se intensifica y hay poco tiempo real para incluso poder charlar de algo que no sea referente a los chicos. Y a eso hay que sumarle que crecimos con la imagen del hombre yendo a trabajar y la mujer siendo ama de casa, y los estereotipos a veces son difíciles de romper”, agrega satisfecho con el rol que le toca ocupar.

Paridad, ¿hasta dónde? Las ventajas de esta forma de crianza son muchísimas. Los hombres descubren un goce único, las mujeres sienten cierto alivio al descomprimirse en parte la ardua tarea de cuidar a los recién nacidos y los chicos, dicen, desarrollan una mejor autoestima y son menos agresivos. Sin embargo, tanto en la teoría como en la práctica surgen algunos límites a la paridad total. El más importante es el de la lactancia: los pechos proveedores son los maternos. Especialmente en aquellas madres que amamantan a sus hijos por mucho tiempo, la teta no cumple solamente un rol alimentario. Los bebés encuentran en ella una forma de vincularse con la mamá que excede al hambre: es resguardo, calor, seguridad. “Hasta los dos años el rol de la mamá en lo que es el vínculo con el hijo es medio fundante. La especie humana es la especie que nace más prematura, porque para que el niño pueda pasar por el canal de parto no puede estar dentro del cuerpo de la mamá más de 9 meses. Nace entonces con todos sus órganos, sus aparatos y sus neuronas mucho más inmaduros que cualquier otra especie. Por eso se habla de intentar reproducir esos 9 meses intrauterinos en los 9 meses posteriores al nacimiento. De ahí la importancia de la presencia literal de la mamá, del cuerpo de la mamá, el contacto, la corriente de la piel con piel, de los brazos, del upa”, explica Ramírez Bustos. Hasta los 2 años hay una suerte de “fusión emocional” entre la mamá y el bebé que se debe contemplar y respetar. A partir de esa premisa, toda intervención del padre es más que bienvenida.

En primera persona II. La crianza compartida no está exenta entonces de ciertas dificultades y contratiempos que no deben sin embargo desalentar la experiencia de recorrerla. Sebastián es papá de Roque (2) y en más de una ocasión sintió que el modelo que había elegido se topaba con importantes límites. “Cuando mi hijo tenía un año y medio aproximadamente mi pareja tuvo que viajar por trabajo y se ausentó una noche. Era todo un desafío porque él se dormía siempre cuando ella le daba la teta. Durante varios días le fuimos explicando que una noche su mamá no iba a estar y hasta poco antes de la hora de dormirse parecía haberlo entendido y superado. Sin embargo, de repente pidió por la mamá, por la teta, se puso a golpear la puerta de calle, me pedía ir a buscarla pero a la vez no me dejaba que lo alzara. Fue una noche tremenda. Lloró como dos horas, llamé a mi mujer desesperado y en crisis y resultó peor porque ella también se puso mal por estar a tantos kilómetros. Finalmente se durmió, pero la pasamos muy mal los tres”, cuenta a la vez que jura no arrepentirse de una experiencia que lo enfrentó con sus propios límites y debilidades.

Del trabajo al trabajo. La crianza compartida puede aparecer por necesidad, por elección o bien naturalmente, porque ambos padres no concebirían otra forma de hacerlo. Sin embargo, el régimen laboral de la pareja se vuelve casi fundamental para que pueda desplegarse con normalidad. Para Gosende, quienes la practican “suelen ser padres jóvenes, universitarios, con trabajos que les permiten tener tiempo libre disponible, e igualitarios en su relación con las mujeres”. Los dos padres que brindaron su testimonio para esta nota comparten el hecho de trabajar en sus casas. Y sin duda, la flexibilidad laboral ayuda mucho a que el compromiso sea mayor. “Ahora estamos en un momento esperanzador, pero al modelo del papá que trabajaba y la mamá  que criaba le siguió otro en el que la mujer empezó a participar mucho del ámbito laboral y profesional sin que el hombre tomara la posta en lo familiar. Ese fue para mí el peor de los escenarios, porque al no haber padres en casa el costo lo pagaba el niño. Y en cierta forma esto también está presente aún”, analiza Ramírez Bustos.

De leyes y licencias. Si las obligaciones laborales se vuelven muchas veces determinantes a la hora de disponer tiempo para la crianza de los hijos, la legislación tiene mucho para fomentar o desalentar. Si bien la tendencia mundial es a ir ampliando las licencias por maternidad y paternidad y hasta ir “borrando” la diferenciación de género, la Argentina aún no ha hecho demasiado al respecto. La ley vigente estipula en nuestro país un período de 90 días para la madre (45 días antes del parto y 45 después, aunque los primeros pueden reducirse hasta 30 y agregarlos al post) y de dos días corridos para los padres, aunque hay convenios colectivos que extienden esos plazos. Si bien existen varios proyectos en el Congreso que pretenden modificar este régimen, las señales que da el gobierno no son muy alentadoras. A fines de 2016, el viceministro de Trabajo Ezequiel Sabor dio a entender que el tema no está en la agenda: "Para la Argentina, hoy la prioridad es enfocarse más en la productividad. Es absolutamente necesario centrarnos en la producción y más días de licencia producirían menos días de trabajo", declaró en aquel momento a la agencia Télam. ¿Y por el mundo qué pasa? Como casi siempre, en estas cuestiones la nota la dan los países escandinavos. En Noruega los padres pueden ausentarse del trabajo recibiendo su salario por 70 días, en Suecia 60 y en Finlandia 18, aunque aquí existe la posibilidad de que si la pareja elige al padre como cuidador este pase a gozar de 158 días más. La ley hace su aporte al modelado de hábitos y conductas, es cierto. Pero en esta cuestión, no menos importante es que los papás muestren voluntad y predisposición para una tarea tan gratificante como fácil de eludir. 

Fotos: Shutterstock