Día la Mujer: contra la violencia y por la igualdad

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El problema se repite en buena parte del mundo y es grave en la Argentina, donde el año pasado hubo un femicidio cada 30 horas. Es la parte más trágica y visible de una desigualdad de género histórica que no termina de resolverse. Este 8 de marzo la habitual conmemoración le cede el espacio a un Paro Internacional de Mujeres, una protesta oportuna e inédita. 

El año pasado se produjeron en la Argentina 290 femicidios y femicidios vinculados de mujeres y niñas, y 37 femicidios vinculados de hombres y niños. En promedio, uno cada 30 horas. Además, como resultado de los mismos, 401 hijas e hijos, de los cuales 242 son menores de edad, quedaron sin madre. Desde 2009, cuando se comenzó a mensurar lo que ya asomaba como un fenómeno trágico y en aumento, se registraron en el país 2.384 femicidios y femicidios vinculados de mujeres y niñas, y 243 femicidios vinculados de hombres y niños, mientras que 2.919 hijas e hijos (el 63 por ciento de ellos menores de edad al momento del crimen) quedaron sin madre. A falta de estadísticas oficiales, a lo que este año se suma la aparente quita de 67 millones de pesos en el presupuesto del Consejo Nacional de las Mujeres para luchar precisamente contra la violencia de género, las cifras dadas a conocer por la organización La Casa del Encuentro resultan, además de inconcebibles, confiables. A estos números se les suman los aportados por la Fundación Wanda Taddei —que recuerda a la joven quemada viva por su pareja, el músico Eduardo Vázquez, un hito aciago en la evolución de los crímenes de mujeres y a la vez un disparador para la lucha contra este flagelo—, que indican que en los primeros 43 días de este año se produjeron 57 femicidios, a razón de uno cada 18 horas.

La violencia de género es, acaso, uno de los delitos más deliberadamente invisibilizados. Durante años, o siglos (en fin, desde siempre), quedaron encerrados entre cuatro paredes, dentro de la pareja o en el seno de la familia. De eso no se hablaba. Aunque en menor medida, todavía persisten los argumentos de lo “pasional”, la “provocación” y excusas por el estilo, cimentadas en milenios de dominación del hombre. Se necesitó mucho, demasiado tiempo para empezar a nivelar la balanza de la justicia, y todavía falta. Por eso cobra trascendencia el Paro Internacional de Mujeres del 8 de marzo, porque hay un llamado a la acción para romper con el status quo de la discriminación, el abuso, la violencia y el crimen, y porque en buena parte del mundo parece haber llegado la hora de, finalmente, poner las cosas en democrática igualdad entre unas y otros.

Si no tuviera una motivación tan justa como trágica, el Paro parecería una broma. No lo es. La medida surgió en octubre pasado en Polonia y en respuesta a la violencia social, legal, política, moral y verbal que experimentan las mujeres en general en todo el mundo, con las particularidades de cada país. Unidas bajo el lema “La solidaridad es nuestra arma”, inicialmente activan la movida mujeres de la Argentina, Australia, Bolivia, Brasil, Chile, Costa Rica, República Checa, Ecuador, Inglaterra, Francia, Alemania, Guatemala, Honduras, Islandia, Irlanda del Norte, República de Irlanda, Israel, Italia, México, Nicaragua, Perú, Polonia, Rusia, Salvador, Escocia, Corea del Sur, Suecia, Togo, Turquía, Uruguay y los Estados Unidos. Es decir, países y sociedades de una gran diversidad, pero con al menos un denominador común.

 

Por qué el Paro

“Los acontecimientos de los últimos meses —señala la convocatoria a la protesta global— dejan en claro que las mujeres son ciudadanas conscientes y alertas que están preparadas para luchar contra la opresión institucionalizada. Siguiendo el ejemplo de las mujeres islandesas en 1975, las mujeres polacas hicieron un paro de un día para frenar el plan para criminalizar el aborto voluntario e involuntario el 3 de octubre de 2016. El gobierno dio de baja inmediatamente el cambio en la legislación. Problemas similares llevaron a las mujeres coreanas a protestar varias veces ese mismo mes contra la introducción de penas más altas para los médicos que realicen abortos. Las mujeres argentinas reaccionaron con huelgas y manifestaciones masivas ante la inhumana violación y asesinato de una chica de 16 años que ocurrió el mismo día que una brutal represión policial contra el movimiento político de mujeres. Siguieron otras protestas, dando lugar a que se estableciera el movimiento del Paro Internacional de Mujeres, realizando acciones conjuntas en 2016 el 25/11, el Día Internacional para la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, y en 2017 el 21/01, con las Marchas Hermanas en solidaridad con la Marcha de Mujeres en Washington, DC”.

Y agrega: “Lo que vincula a la mayoría de nuestros países es la misoginia y la persistente permisividad por parte de los líderes electos y las personas públicas respecto del uso del discurso de odio y el apoyo de la iglesia a tales crímenes. Otro vínculo clave son las instituciones democráticas que descuidan el proteger la seguridad pública y garantizar la justicia, y los medios de comunicación que son negligentes en su responsabilidad legal de proporcionar información confiable y cobertura completa. A menudo, las mujeres que defienden sus derechos no reciben apoyo en sus hogares y comunidades, sino que enfrentan insultos, amenazas y una notable subestimación”.

Respecto de las demandas, indican: “Exigimos que nuestros gobiernos dejen de usar insultos misóginos y empiecen a tomar medidas reales para resolver numerosos problemas relacionados con nosotras: nuestra seguridad, acceso gratuito a la atención médica (incluyendo los derechos reproductivos), el establecimiento y aplicación de graves sanciones legales a criminales en casos de violación, violencia en el hogar y de todo tipo de crimen de género que sufrimos cada vez más, así como el cumplimiento de la secularización de nuestros Estados. Antes que las condiciones biológicas femeninas que poseemos somos, sobre todo, seres humanos. Como ciudadanas conscientes, nosotras, las mujeres, sabemos que el mundo está pasando por una fase de crisis pero no aceptamos ser víctimas de ella”. 

Estas son las formas activas que las organizadoras proponen para el Paro:

● Paro total, paro en el trabajo o en las tareas domésticas y en los roles sociales como cuidadoras  durante la jornada completa.

● Paro de tiempo parcial parando la producción/trabajo por 1 o 2 horas.

● En caso de que no puedas parar en tu trabajo: usar elementos de negro o violeta como ropa, cintas o cualquier elemento que decidas.

● Boicotear las empresas que usan el sexismo en sus propagandas o en su enfoque hacia las trabajadoras.

● Boicotear a misóginos locales (elegidos por cada una).

● Huelga de sexo.

● Cese de compras por la jornada.

● Bloqueo de caminos y calles.

● Demostraciones, piquetes, marchas.

● Actos públicos de apostasía de la iglesia católica.

● Instalar un mensaje automático “fuera de oficina” y explicar por qué.

Un largo camino

El eslogan completo, de finales de los 60, hace apenas cincuenta años, decía: “Has recorrido un largo camino, muchacha”. La publicidad de los cigarrillos Virginia Slims aprovechaba la presunta “liberación femenina”, sustentada popularmente en el uso de la píldora anticonceptiva y la minifalda, para otorgar permiso formal a las mujeres a fumar en público, algo que era muy mal visto. No hacía tanto que en la Argentina se había instituido el voto femenino —una ley de 1947 promovida por Eva Perón y puesta en vigencia en los comicios del 11 de noviembre de 1951—, cuyo primer hito sufragista fue el de Alicia Moreau de Justo en 1907, con la creación de un Comité para promoverlo. El primero de los 22 proyectos de ley sobre el tema ingresó al Congreso en 1911, el mismo año que la médica Julia Lanteri se convirtió en la primera candidata a un cargo electivo en Sudamérica, porque si bien no se permitía votar a las mujeres, en cambio no estaba prohibido postularse.

Antes, en 1791, apenas dos años después de la Revolución Francesa, Olimpia de Gouges escribía la Declaración de los derechos de la mujer y de la ciudadana, en la que denunciaba que la Revolución había olvidado a las mujeres en su proyecto igualitario y liberador. Sus demandas eran “libertad, igualdad y derechos políticos”, especialmente el derecho al voto para las mujeres. Un año después, la inglesa Mary Wollstonecraft daba a conocer su Vindicación de los derechos de la mujer, un alegato contra la exclusión de las mujeres del campo de bienes y derechos.

A comienzos del siglo XX, las sufragistas inglesas pasaron a la acción: interrumpieron discursos de los ministros, fueron encarceladas, hicieron huelgas de hambre y atacaron edificios públicos. Lograron su objetivo recién en 1917, cuando el rey Jorge V aprobó la ley, en el marco de la Primera Guerra Mundial, con los hombres en el frente de batalla y las mujeres haciéndose cargo de la economía fabril, la industria bélica y gran parte de la administración pública. En cambio, recién al final de la Segunda Guerra, en 1945, pudieron votar las mujeres de Francia e Italia.

En 1949 la francesa Simone de Beauvoir trataba de poner las cosas en orden con la publicación de El segundo sexo, donde describía a la mujer como “el otro lado del espejo del mundo masculino”. Catorce años después, en La mística de la feminidad, la estadounidense Betty Friedan hablaba de “el problema que no tiene nombre”, que era el de las mujeres descriptas no por lo que eran, sino por los roles que ejercían (esposa, madre, ama de casa), y proponía romper esa lógica impuesta incorporándose al mundo del trabajo. Unos años más tarde, en 1966, Friedan creó la Organización Nacional de Mujeres (NOW, por su sigla en inglés), la más combativa e influyente de la época, que la posicionó como líder del feminismo liberal.

En los años siguientes hubo una radicalización del movimiento feminista en los Estados Unidos, haciendo visible la dominación masculina en los hogares bajo el eslogan “lo personal es político”. A través del libro La dialéctica de la sexualidad, la canadiense Shulamith Firestone definía al patriarcado como el sistema básico de dominación sobre el que se edificaba el resto de las dominaciones, como las de clase y raza. Para la misma época, Kate Millet instalaba en Política sexual conceptos fundamentales para el análisis feminista como patriarcado, género y casta sexual.

En las décadas siguientes, y hasta hoy, hubo avances y retrocesos en una proporción difícil de calcular objetivamente. Pero las asignaturas pendientes en materia de igualdad de género son muchas, casi todas (por empezar, equiparación salarial y participación en la toma de decisiones políticas y empresariales, entre otras discriminaciones groseras y básicas). Algunas parecen un chiste. Pero, otra vez, no lo son, como no es la violencia creciente. En este marco trágico, hay cada vez más mujeres dispuestas a no pedir permiso para reclamar y luchar por sus derechos. Y a hacerlo todos los días.

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