El estrés económico nos llena de ansiedad

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Cómo afectan los vaivenes de la economía la salud física, mental y emocional de los argentinos. Qué hacer para mitigar sus efectos.

 

Esos números fríos que nos despiertan cada mañana desde los amplificadores de noticias, muchas veces sin mayores explicaciones que el mero guarismo, más la comprobación cotidiana de que, aun sin comprenderlos del todo, están presentes en el precio de cada producto o servicio que consumimos, no pasan por nuestras vidas sin dejar huella. Y así como se ven afectados otros aspectos de nuestra existencia, de la compra de segundas o terceras marcas a la morosidad en el pago de las expensas, por poner dos ejemplos evidentes, también la salud, física, mental y emocional, sufre la consecuencia de las malas decisiones de los responsables de la economía del país.

El llamado estrés económico es el corolario más frecuente que las dificultades que nos provoca la economía imprimen en nuestro organismo. En la Argentina y en todo el mundo, en países en desarrollo o desarrollados, con las particularidades de cada caso. Por eso la Asociación Norteamericana de Psicología (APA, por su sigla en inglés), por ejemplo, monitoreó la situación de estrés provocada por la conocida como crisis de las hipotecas, hace una década en los Estados Unidos, y compiló una serie de recomendaciones para enfrentar el conflicto, resumidas en cinco puntos: tome una pausa pero no entre en pánico; identifique los factores que le generan estrés relacionados con las finanzas y haga un plan; identifique las maneras como maneja el estrés relacionado con el dinero; cambie estos tiempos de desafíos por oportunidades de crecimiento y cambio real; pida apoyo profesional.

El estrés –explica la licenciada Cecilia Veiga, psicóloga especializada en trastornos de ansiedad, estrés e infertilidad– es una respuesta psico-fisiológica que experimentamos cuando debemos responder frente a una demanda del ambiente. Cuando el individuo percibe a dichas demandas como excesivas y a sus propios recursos como insuficientes, la amenaza resulta mayor y se produce la respuesta de estrés. La presión socioeconómica es decodificada por nuestro organismo (psico-biológico) como una amenaza más, de la cual tiene que defenderse. ¿Y cómo lo hace? Disponiéndose para la acción: aumentan la frecuencia cardíaca, la presión arterial, la tensión muscular y el estado de alerta, disminuyen las horas de sueño, etc.” Y agrega que con las crisis económicas siempre se intensifican las consultas por estrés y trastornos de ansiedad.

 

A la exigencia habitual, de por sí desmedida, se le suma la necesidad de adaptarse a una situación especial, que demanda más recursos de los habituales. Las crisis económicas son una fuente de incertidumbre y suelen tener larga duración, por lo que nos conducen a desarrollar síntomas de estrés generados por la exposición continua a ese estresor.

 

Señala la especialista que, en general, es un tema que aparece en la consulta como uno más, “como un estresor que intensifica los síntomas en personas que ya tienen un alto nivel de estrés o un trastorno de ansiedad previo. Pero a medida que la crisis se agrava y la exposición al estrés aumenta, comienza a surgir como parte del motivo de consulta inicial de los pacientes”. Respecto de si alcanza a todas las personas, dice que si bien la crisis económica nos afecta a todos, “porque es parte del contexto, del medio ambiente en el que vivimos, será un estresor mayor, por ejemplo, para aquellas personas que tengan pocos recursos para hacerle frente. Y cuando hablo de recursos, no hablo solo de recursos económicos, sino de aquellos recursos emocionales y psicológicos, o lo que los psicólogos llamamos habilidades de afrontamiento al estrés. Y sobre cómo funciona según el género y la edad, explica que, al ser el estrés una patología multicausal, “las personas que lo padecen tienen lo que nosotros llamamos vulnerabilidad al estrés. Por ende, el estrés puede afectarnos a todos, desde niños hasta ancianos, dependiendo de ciertas condiciones previas que predisponen a tener dicha vulnerabilidad. No hay muchas estadísticas sobre la diferencia en la incidencia pero, en general, las mujeres suelen estar más expuestas a situaciones de estrés, tanto laboral como familiar, que se agravan en épocas de crisis”.

 

¿Qué condiciones previas hacen que una persona se vea más o menos afectada? “El estrés –añade Veiga– es una combinación de múltiples factores, genéticos y socioambientales. El temperamento y el tipo de personalidad, el estilo de crianza que nos han proporcionado nuestros padres, las experiencias traumáticas por las que hemos pasado, la capacidad para tolerar la incertidumbre, el nivel de autoestima y de inclusión social, las herramientas con las que la persona cuenta para afrontar el estrés, el grado de resiliencia… Todos ellos son los principales factores que modularán cuán afectada se vea la persona debido al estrés.”

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Los síntomas más comunes son la dificultad para conectarse con el disfrute, los trastornos del sueño, la incapacidad para relajarse, fatiga, irritabilidad, falta de concentración, sensación de agobio permanente, angustia, etc. También se suman síntomas físicos tales como contracturas, dolor de cabeza, palpitaciones, tensión muscular, inestabilidad en la presión arterial, aumento de valores de colesterol y alteración del sueño, entre otros.

 

 

 

Pero hay más: “En el aspecto conductual se tiende a ingerir más alimentos y del tipo que causa rápido confort (grasas, harinas) y se disminuye la actividad física y de esparcimiento, todas cuestiones que retroalimentan el estado de estrés y deterioran aun más la salud. El deterioro por estrés se acumula a lo largo de la vida. Las consecuencias varían, pero las más frecuentes suelen ser la hipertensión arterial y patologías relacionadas con el metabolismo, como obesidad e hipercolesterolemia, un sistema inmunológico deficiente, episodios depresivos, trastornos de ansiedad, mayor envejecimiento cerebral, disminución de la memoria y abuso de sustancias, por citar algunos”.

 

¿Qué recursos terapéuticos se utilizan para tratar el problema? “En el Centro de Investigaciones Médicas en Ansiedad (CentroIMA) –del que es miembro– trabajamos con Programas de Reducción del Estrés basados en la psicoterapia Cognitivo Conductual, que ha demostrado ser el modelo más eficaz para el tratamiento de los trastornos de ansiedad y el estrés. Este programa incluye técnicas de respiración y relajación, restructuración cognitiva, técnica de manejo del tiempo y resolución de problemas, entrenamiento en asertividad y en gestión emocional. A este modelo psicoterapéutico le sumamos otros componentes más actuales, como por ejemplo el Mindfulness.”

 

Sobre el valor de la experiencia de crisis previas o el desvalor de la recurrencia, la licenciada Veiga opina que pueden darse ambas situaciones: “Todo depende de la capacidad de resiliencia particular de cada uno. Hay quienes han vivido otras crisis en el pasado y han podido capitalizar su experiencia y convertirla en recursos con los que ahora cuentan. Y otros a quienes las crisis les resultan experiencias traumáticas que no han podido reelaborar, y con la repetición reviven la situación traumática, con el consecuente correlato para su salud, tanto física como emocional”.