En tiempos de crisis, volver a los afectos

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La familia, los amigos y la pareja pueden ser un paliativo frente a las dificultades económicas, la indignación social y las “grietas” de todo tipo que alimentan el odio.

 

Aunque tienen sus particularidades, las crisis económicas en la Argentina no son una novedad. Tampoco lo son los conflictos sociales y la polarización política, que ya lleva dos siglos, desde aquella disputa feroz entre unitarios y federales. Por haberlo vivido o escuchado de los mayores, todos somos un poco expertos en inflación, dólar, desempleo, inseguridades de diversa índole, confrontación partidaria, diferencias ideológicas insalvables, rivalidad deportiva llevada a extremos irracionales… Pero también somos especialistas en enfrentar, desordenada pero eficazmente, esas dificultades o carencias. Por eso la expresión “crisis terminal” sobrevuela cada época como un buitre sobre la carroña, y aunque sus efectos son cada vez más nocivos y menos soportables, la amenaza no termina de concretarse. Eso es al menos lo que sucedió hasta ahora. 

Pero ¿qué pasa con los vínculos entre las personas? “Por empezar, habría que distinguir la crisis de la ‘grieta’, tal como se ha estereotipado la discusión política en Argentina a manos de una exacerbación del odio. Las dificultades económicas de ninguna manera suponen de por sí un contexto de crisis, pueden –tal como es el caso en nuestro país– sumir a las personas en una suerte de perplejidad que impide brindar respuestas y actuar en consecuencia”, opina Sergio Zabalza, psicólogo UBA y Magister en Clínica Psicoanalítica de la Universidad de San Martín.

Como en otros tiempos, el peso del contexto es lo que desequilibra la balanza. Y frente a ese desequilibrio provocado de arriba hacia abajo, la lucha por tratar de permanecer fiel a ideas y sentimientos, a pesar de todo. Pasó en buena medida entre 1955 y 1983 con la proliferación de regímenes de facto y la demonización de gobiernos democráticos. Y también, en los años 90 y hoy día, con la irrupción de un sistema económico hostil con los sectores más desfavorecidos y amigable con los más beneficiados. En este sentido, dice Zabalza, “el discurso cínico oficial logra sumir a las personas en un aislamiento que cultiva el resentimiento y la culpa, que luego se traducen en la búsqueda de chivos expiatorios. Sería muy bienvenida una crisis del actual estancamiento social por el cual asistimos a una sociedad que no reacciona frente a una administración dedicada a saquear el país”.

En este contexto, entonces –del mismo modo que en los anteriores, quienes no se dejan llevar por los discursos antagónicos cargados de odio, no bajan los brazos ante las piedras que se les ponen en el camino y advierten que, todavía, quedan instancias de cambio positivo, maderas de donde asirse para no naufragar–, recurrir a los afectos parece una herramienta útil, una alternativa válida, un bálsamo. “La crisis –señala el especialista– es una oportunidad, conmueve las relaciones, tal como en un matrimonio de allí pueden advenir cambios importantes y favorecedores, aunque se trate de una separación. El desenlace nefasto, más allá de la eventual continuidad o no de la pareja, se da cuando las personas se encierran en su narcisismo, prejuicios y creencias estereotipadas que estimulan el miedo, la desconfianza y la sospecha. Esto es lo que hoy ocurre en nuestro país”. Y agrega: “Este matrimonio es el contrato que los argentinos suscribimos con el retorno de la democracia en 1983. La alianza gobernante da muestras de intentar romper este pacto social”.

En este contexto, entonces –del mismo modo que en los anteriores, quienes no se dejan llevar por los discursos antagónicos cargados de odio, no bajan los brazos ante las piedras que se les ponen en el camino y advierten que, todavía, quedan instancias de cambio positivo, maderas de donde asirse para no naufragar–, recurrir a los afectos parece una herramienta útil, una alternativa válida, un bálsamo. “La crisis –señala el especialista– es una oportunidad, conmueve las relaciones, tal como en un matrimonio de allí pueden advenir cambios importantes y favorecedores, aunque se trate de una separación. El desenlace nefasto, más allá de la eventual continuidad o no de la pareja, se da cuando las personas se encierran en su narcisismo, prejuicios y creencias estereotipadas que estimulan el miedo, la desconfianza y la sospecha. Esto es lo que hoy ocurre en nuestro país”. Y agrega: “Este matrimonio es el contrato que los argentinos suscribimos con el retorno de la democracia en 1983. La alianza gobernante da muestras de intentar romper este pacto social”.

Si en los años de dictadura se salía menos y había más reuniones puertas adentro o bien se iba “de casa al cine y del cine a casa”, en los tiempos de hiperinflación el programa era juntarse a tomar mate o a comer pastas y en la crisis de comienzos de este siglo se trocaban objetos o servicios por comida casera, hoy las cosas son parecidas un poco a cada una de estas etapas, pero también marcan sus diferencias. Lo que surge como necesidad, en especial después de unos cuantos años en los que hubo una masiva participación de la gente en las calles, con encuentros colectivos de toda índole y escenografía y aroma de parrillas con choripanes, es retomar, quizá de otro modo, menos multitudinario, ese contacto con los pares, sean amigos, familia, pareja, compañeros o colegas de distintas actividades. Vínculos a los que se recurre para mitigar el dolor real pero también el simbólico, ese que lleva a preguntarse “¿Por qué está pasando todo esto?” Pero también vínculos que fueron afectados por esa “grieta” que deliberadamente busca enfrentar a quienes no tienen por qué hacerlo, más allá de las diferencias de todo tipo que pudieron haber estado desde siempre. Para Zabalza, “se advierte que muchas personas prefieren no hablar: ‘no sirve para nada’, dicen. Y quizá no están tan equivocadas. Prefieren sostener cierta formalidad antes que someterse a enfrentamientos estériles y dolorosos con seres queridos”. Por eso pone el acento en las Fiestas venideras, que “serán una prueba de fuego para la cordura de muchos”

Ahora bien, ¿qué pasa cuando las dificultades afectan de manera diferente a unos y otros en una relación, la que sea? ¿Cómo se sobrelleva esa asimetría? “La disimetría en las relaciones suelen ser la piedra de toque para disparar enfrentamientos que alumbren una crisis. A escala macro es la lucha de clases que todavía no ha suscitado una respuesta contundente a esta infamia cotidiana que se vive hoy en nuestro país”, explica Zabalza. Finalmente, sobre si los afectos, como se supone, son siempre un refugio en estos casos, o si las crisis externas hacen que a veces se necesite tomar cierta distancia, concluye: “Los afectos de por sí no son ningún refugio, hay que saber elegir con quién estar según cada circunstancia y sobre todo qué puede brindar tal o cual persona a partir de registrar qué necesita cada uno, toda una prueba de madurez; con las crisis se aprende, la cuestión es el precio que se paga por aprender”.