Entrevista al fotógrafo Marcos López

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Es fotógrafo - reconocido como uno de los más importantes de Latinoamérica-, artista plástico y referente indiscutido del pop art latino. Distinto a todos, y dueño de una versatilidad que se expresa en la vitalidad de su obra, también filmó una película, Ramón Ayala (2013). Sus fotografías se caracterizan por ser puestas en escena, donde juega el rol de director teatral, con influencias del cine, de la pintura y de la fotografía documental clásica.

  En su sitio web ha escrito que en su obra “no hay concepto, sino una compulsión maníaca por generar imágenes que expresen y/o movilicen emociones. Hay angustia, miedo a la muerte, resentimiento, sed de venganza, placer por mirar/registrar/coleccionar imágenes. Necesito provocar, decir malas palabras. Repetir frases de la escuela secundaria: como hermana no tengo, con la tuya me entretengo. Refritar frases hechas. Bordar ñandutíes, hacer un ‘foto-reportaje’ en la Villa 31, fotografiar jacarandaes como Aldo Sessa, agarrar un libro de Robert Mapplethorpe y tratar de pintar con acuarelas sus retratos.”
  Marcos López es excesivo, absolutamente personal, rebelde, es original porque es fiel a su propia búsqueda estética. De joven estudió ingeniería pero abandonó la carrera para dedicarse a sacar fotos “de una forma intuitiva”.

  Nació en Gálvez, Santa Fe, y comenzó a tomar fotografías en 1978.
En 1982 obtuvo una beca de perfeccionamiento del Fondo Nacional de las Artes y se trasladó a Buenos Aires, donde trabajó en proyectos colectivos con fotógrafos y artistas de otras disciplinas.
    Como fotógrafo, empezó con retratos en blanco y negro, siguió con los colores fuertes de la serie Pop Latino; luego indagó en las representaciones del ser nacional con Sub-Realismo Criollo y el Asado en Mendiolaza: la imagen de una suerte de última cena vernácula que, para muchos, predijo la debacle de 2001.  Durante los años 90’s, cuando en la Argentina gobernaba el menemismo, hizo arte a partir de “la truchada” y el culto a la falsedad y la apariencia vacía. El resultado: representaciones de un país que a su modo es barroco y bizarro, en más de un sentido.

  Colaboró con medios independientes de Buenos Aires como Expreso Imaginario y El Porteño, y en 1989 integró la primera promoción de becarios extranjeros de la Escuela Internacional de Cine y TV de Cuba, en donde realizó documentales en video. Se fue antes de terminar con los cursos  porque, ha dicho, no le gustan las instituciones: a sus propios alumnos –él mismo dicta talleres- les dice que estudien tres meses con él y después se vayan con otro.

   Trabajó en Buenos Aires como realizador de documentales y en varios largometrajes como asistente de iluminación y fotógrafo de filmación. Es invitado a dictar talleres, y ponencias sobre la producción de su obra, y publicó los libros Retratos, Pop Latino y El jugador. Sus colecciones fueron presentadas en museos de Argentina, Estados Unidos, España, Cuba y Venezuela.

-¿En qué estás trabajando actualmente?
-En una instalación sonora a la que incorporo elementos del teatro, y que tiene que ver con los malones en la pampa. Todo el tiempo estoy cambiando de soporte en mi obra: del cine paso a la pintura, al collage, a las fotos... el año pasado hice una fuente escultura de un pato inflable, sigo siempre haciendo fotos y estoy preparando una película que se va a llamar EXCESO, un barroco latinoamericano.

-¿Cómo definís tu estilo, cuál dirías que es tu sello distintivo?
-Mi estilo pasa del colorinche pastiche popular berreta, a un barroco churrigueresco cuzqueño, y luego puedo hacer minimalismo, tratando de fijar mi objetivo en los sentimientos más esenciales de la existencia humana, la precariedad de la existencia, lo frágil que es todo... y da lo mismo si estas en Letonia y en la selva peruana. Por momentos me interesa que mi imagen tenga un sello de identidad local, y a veces eso mismo me parece intrascendente.

-¿En tu vida privada sos igualmente intenso?
-Soy una persona más o menos común, me acuesto a las 10 de la noche, me levanto para llevar a los chicos a la escuela...  Francis Bacon era más extremo. En mi vida privada soy aburrido.

-¿Cuál es tu visión sobre la Argentina? ¿Puede resumirse en una definición?
-Es una pampa ventosa con un gran shopping center de cartón pintado que es Buenos Aires.

-¿Te considerás un provocador? ¿La función del arte –si este tuviera alguna- tiene que ver con la provocación, con la posibilidad de desafiar lo predecible, el lugar común?
-Me cansa ser provocador. Yo me canso de mí mismo, todo el tiempo pienso que el arte no sirve para casi nada y al mismo tiempo es esencial para aguantar el dolor de la vida.

-¿Cuáles dirías que son las ideas u obsesiones personales que refleja tu obra, vista en conjunto?
-La melancolía, el mestizaje cultural, la desigualdad social, las máscaras, el hecho de querer ser otro, la ilusión...el dolor.

-¿Qué es lo que más disfrutás de tu trabajo y cuál es la parte más dificultosa o esforzada?
-Disfruto cuando pinto, cuando miro por el visor de la cámara y veo algo que me gusta. Soy muy desordenado, siempre pierdo los cables, me olvido cosas cuando tengo que filmar o fotografiar, no entiendo de tecnología.

-¿La creación, en tu caso, está asociada a la diversión?
-Mi obra es lo único que me divierte. Cuando voy de vacaciones, miro y estoy inventado algo, soy un prisionero de mi propia profesión de artista.

-Dijiste que tus talleres son grupos de autoayuda, ¿por qué? ¿El arte es curativo?
-Les digo a los alumnos que lo importante es sacarse la mochila de querer triunfar con el arte, con las fotos, y que nos concentremos en ese momento en que estamos reunidos como si estuviéramos en una reunión religiosa. La gente viene a aprender fotografía y yo los pongo a cantar.

                                                                                                         Verónica Abdala