Entrevista a Diego Golombek

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Se destaca entre los jóvenes científicos argentinos y es uno de los divulgadores más entusiastas de su generación. Además, escribe ficción, es padre de familia, dirige una colección de libros y conduce un programa de televisión. Golombek habló con Revista Cabal del presente de la ciencia en la argentina, sus próximos proyectos y de sus múltiples pasiones.

Es uno de los más brillantes científicos argentinos de la nueva generación. Biólogo de profesión, ejerce como investigador en el área de la cronobiología. Además, ganó varios premios prestigiosos, como el Konex en 2007 y un premio IgNobel, en Harvard. Incansable y multifacético, es uno de los mayores divulgadores de la ciencia en Argentina: dirige la colección de libros Ciencia que Ladra, conduce el programa de TV Proyecto G por el canal Encuentro, ayuda a Adrián Paenza con Científicos Industria Argentina y co-lidera la ONG Expedición Ciencia. Como si todo esto fuera poco, escribe ficción, y acaba de publicar un libro de cuentos, Así en la tierra, editado por Salto de página.

 

_ Tu interés por la literatura parece ser tan intenso como tu pasión por la ciencia, ¿qué relación encontrás entre esos dos mundos, y cómo te vinculás con cada uno de ellos?
_ Si bien a primera vista parecen mundos no sólo heterogéneos sino hasta opuestos, si rascamos un poco en la superficie vamos a encontrar muchos puntos en común, desde el deseo de encontrar caminos creativos por donde nadie haya transitado hasta la necesidad de la rutina, de la corrección permanente. La literatura y la ciencia son, en algún sentido, una manera de interpretar el mundo y, a veces, de querer cambiarlo. En mi caso, experimento esta doble vida casi naturalmente, desde un pasado con inclinaciones  más humanísticas y literarias, pasando por una incierta vocación por las ciencias que se fue haciendo más sólida con los años, hasta este presente en donde todo  cae en su lugar. Eso sí, cuando firmo algún documento o me registro en un hotel, siglo poniendo "biólogo"... nunca se sabe.
 

_ ¿Cuáles son los escritores que más te han marcado?
_ Demasiados... Nadie puede salir indenme de Cortázar, sobre todo en  la adolescencia. Pero si  tengo que nombrar un grupo tal vez me quede con los angloparlantes, como Ernest Hemingway, Ian McEwan, David Lodge, Michael Chabon, Philip Roth o Jonathan Franzen. La lista sigue, claro,  Shakespeare y sus sonetos, Gelman y la poesía, Houllebecq y su grandilocuencia, los cuentos de Aberlardo Castillo.
 

_ ¿Qué podés contar acerca de los cuentos que reúne “Así en la tierra”?  ¿Cuándo fueron escritos, en qué circunstancias, qué representan para vos esas historias?
_ La mayoría de los cuentos tiene sus años, y unos cuantos tienen su origen en mi vida científica en el extranjero (pese a que de ninguna manera sus temas se rozan con la ciencia). Me interesa sobre todo lo fantástico que se esconde en la vida cotidiana, el  poder espiar en los huecos de lo que sucede de manera aparentemente normal. Sin embargo, no son cuentos fantásticos - están,  en todo caso, en el borde de lo real. Algunos se originan en una frase, una palabra, una mínima anécdota; otros, de la más pura ficción-. Nunca dejará de maravillarme la cantidad de mundos  que nos habitan, y algunos se vuelven cuento.
 

_ ¿Qué otras disciplinas artísticas disfrutás o despiertan tu interés?
_ Más allá de que me encanta el cine, creo que la lista debiera encabezarse por la música y el teatro. Hice el conservatorio (fui profesor de música y de guitarra) y toqué en varias bandas allá lejos y hace tiempo (¡baste decir que tenía pelo!), y ahora comparto el gen musical con mis hijos. También tomé clases de teatro, otra pasión, y dadas mis pobres dotes actorales probé suerte con la dirección, en Argentina y en Canadá, lo cual fue maravilloso. Una de las sensaciones más placenteras es tener una idea, una visión en la cabeza y luego verla en un escenario. El teatro es también un vehículo impresionante para la divulgación científica, y ya lo vamos a aprovechar.
 

_ En relación a tu actividad científica y como divulgador, ¿en qué medida  entendés que sirve al público acceder a conocimientos que de otro modo quedarían reducidos a una elite, y en qué medida sirve a la ciencia la  mayor cercanía con el público masivo?
_ La ciencia no es ciencia hasta que no se comparte, hasta que no se comunica. Por un lado, está  la comunicación a los colegas (en forma de congresos y papers científicos), pero no alcanza: es necesario poner en común el conocimiento - aun cuando sea sin los detalles técnicos - con la sociedad que nos abraza... y nos paga. Comunicar la ciencia te ayuda a aclarar las ideas, a hacerte preguntas básicas que de otra manera quedan debajo de la alfombra. Por otro lado, el público necesita tener acceso a las ideas y logros de la ciencia. Por un lado, la riqueza de una sociedad o de una región está ligada al conocimiento científico, y muchas elecciones ciudadanas se tienen que basar en saber de qué se trata. Temas como energía, contaminación, salud, alimentos, son LOS temas de la actualidad, y es imposible estar al  margen. Pero, y tal vez de manera más importante, compartir el  pensamiento científico y racional, libre de prejuicios, de mitos, de pensamiento mágico y del principio de autoridad, no sólo sirve para futuras generaciones de cientifiquitos o ciudadanos más comprometidos. Sirve, sobre todo, a que seamos mejores personas.
 

_ ¿De qué forma el humor y la ausencia de solemnidad aportan a este propósito (la divulgación)?
_ La ciencia es seria, pero para nada solemne. La experiencia de entrar a un laboratorio puede ser reveladora: los científicos se ríen, hacen chistes, festejan, comen... ¡se divierten! ¿Por qué entonces mostrar una ciencia inmaculada y a la que no se le cae una sonrisa? Asimismo, cuando hacemos, por ejemplo, un programa de tele de ciencia, a veces nos olvidamos de la tele y solo recordamos la ciencia. Finalmente, estamos haciendo televisión, y vale todo lo que nos puede ofrecer el formato - siempre y cuando el rigor científico esté asegurado - , con sus metáforas, analogías, ficción, humor... La  idea es que el espectador se sorprenda en medio del zapping y descubra que la estaba pasando bárbaro... ¡con un programa de ciencia!
 

_ ¿Cuál es tu evaluación de la situación actual de la ciencia en la Argentina?
_ En términos relativos, la situación es excelente. En principio, la ciencia y la tecnología han pasado a ser una política de estado; sin ir más lejos, tenemos un ministerio, lo que simbólicamente nos pone al mismo nivel de otras áreas de enorme importancia. Hay más científicos y becarios, los salarios han mejorado muchísimo y en los últimos años se ha avanzado en la construcción de centros de investigación en el país. Hay también un cambio de cultura - mundial, no solo local - que orienta las investigaciones y el financiamiento hacia áreas más ligadas a la producción y la innovación, a buscar problemáticas de la sociedad en las que los científicos podamos hacer buenos aportes. El desafío es lograrlo sin dejar de lado la llamada "ciencia básica", en donde tenemos muy buen desarrollo en varias disciplinas.
 

_ ¿Cuáles han sido los avances más evidentes en relación al rol que ocupan hoy los científicos?
_ La jerarquización de la profesión, pero también el lugar social que ocupa la ciencia en este momento. El solo hecho de la aparición de la ciencia y la tecnología en el discurso oficial - muchas veces en boca de la presidenta - es realmente inédito. La comunicación pública ayuda, sin duda, pero lo más importante es la gran tarea que hacen los investigadores y becarios y el poner a los científicos y al conocimiento como pilares del desarrollo.
 

_ ¿Cuáles son tus proyectos inmediatos y cómo te ves –o quisieras verte-  de aquí a 10 años?
_ Uff, de todo... Además de seguir con las clases en la Universidad Nacional de Quilmes, dirijo el laboratorio de Cronobiología, en donde desarrollamos  investigaciones sobre el reloj biológico con un grupo fantástico de jóvenes. La colección Ciencia que Ladra,  que dirijo, sigue creciendo, no solo en Argentina sino en Latinoamérica - y en algún momento allí estará mi próximo libro Las neuronas de Dios, sobre neurociencia y religión. Sigo con la tele, con ciclos en canal Encuentro y Tecnópolis TV. Estamos también pensando en nuevos espectáculos para la feria Tecnópolis, un evento cuya masividad es inédita en Argentina. Ando también puliendo un libro de microrrelatos. Y, sobre todo, disfrutando del crecimiento de mis hijos. De aquí a diez años supongo que estaré más pelado... Espero poder mantener algo de este equilibrio inestable entre ciencia y resto del mundo, una bolsa sin fondo donde entran la literatura, la divulgación científica, el teatro, los museos y tantas maravillas que nos regala la vida.

MINI BIO
Diego Golombek nació en Buenos Aires en 1964. Es doctor en Biología y dirige el laboratorio donde investiga junto a su equipo cuestiones de la cronobiología. Es profesor de la Universidad Nacional de Quilmes e investigador principal del Conicet en Argentina. Como divulgador de ciencia, conduce el ciclo televisivo Proyecto G por canal Encuentro, y colabora como columnista en La Nación Revista. Dirige la colección Ciencia que ladra, en editorial Siglo XXI, y además escribe cuentos. Es autor, entre otros libros, de Cerebro: últimas noticias, El cocinero científico: cuando la ciencia se mete en la cocina, Cavernas y palacios: en busca de la conciencia en el cerebro, y Sexo, drogas y biología (y un poco de rock and roll)”. Acaba de presentar la segunda edición de su libro de cuentos Así en la tierra. Recibió, entre otros reconocimientos, el Premio Nacional de Ciencias Bernardo Houssay y la Beca Guggenheim.