Fibromialgia: convivir con el dolor

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Se trata de una de esas enfermedades que mantiene a la comunidad científica -y sobre todo a los profesionales médicos- en permanente debate: hasta no hace demasiado tiempo se subdiagnosticaba y los pacientes pasaban años padeciendo síntomas difusos. Qué la provoca y cómo hacerle frente, para que la vida no sea un continuo padecimiento.

Hoy se sabe que la fibromialgia es una enfermedad reumática de carácter crónico, que afecta a músculos, ligamentos y tendones y que supone una serie de síntomas asociados, entre los cuales el dolor corporal se ubica en primer plano.
    Al no haber una causa indiscutible que la produzca, muchas veces el diagnóstico se demora y los pacientes llegan a saber que la padecen meses o años después de estar sufriendo incómodas molestias.
  Quienes padecen fibromialgia suelen tener dolores en áreas localizadas, llamadas “puntos hipersensibles”, aunque el dolor también puede aparecer disperso y afectar distintas zonas (el dolor migra, cambia de zona, y los pacientes suelen quejarse de que les duele “todo”).
  En la mayor parte de los casos, las zonas que producen molestias o dolores intensos son: las articulaciones de la cadera, la columna vertebral, las rodillas, los tobillos, los codos y la zona del cuello.

  Se calcula que esta enfermedad afecta a entre un 3% y 5% de la población a nivel mundial, y que son las mujeres quienes la padecen en mayor medida (puede ser hereditaria).
  Además de los dolores articulares los pacientes suelen acusar fatiga, cansancio intenso, y una mayor sensibilidad al dolor que las personas que no la sufren.
  Cuando se quejan de que “duele todo el cuerpo”, los pacientes no exageran: no solo las molestias pueden ser constantes sino que además alcanzan grados de intensidad que pueden tornarse extremos.
  Los factores externos –como el clima o los cambios abruptos de temperatura- e internos –como situaciones de ansiedad o angustia, el estrés o la falta de sueño- pueden agravar el cuadro e incrementar el dolor (o la percepción del dolor). En los casos más graves el dolor se percibe como una especie de quemazón, e incluso pueden producirse espasmos musculares. También puede presentarse como una suerte de “hormigueo” en distintas zonas del cuerpo, o provocar arritmias (latidos acelerados o a destiempo), sensación de falta de aire, mayor sensibilidad a los olores, las luces y ruidos fuertes, irritabilidad, problemas de estomago, acidez, sensación de pesadez,etc.

  Es frecuente también que los estados de ánimo del paciente fluctúen a medida que el dolor aumenta: la fibromialgia puede, desde este punto de vista, estar asociada a la depresión y la ansiedad, ya que los fuertes dolores o el dolor crónico se consideran en sí mimos desencadenantes de otras patologías.
  En cuanto a los tratamientos posibles, al tratarse, como se dijo, de una enfermedad crónica hay que tener en cuenta que no existe una cura especifica y definitiva, aunque sí tratamientos para controlar los síntomas y mejorar la calidad de vida de los pacientes.
Una de las precauciones que conviene subrayar es que no conviene automedicarse: ciertos medicamentos pueden “tapar” síntomas pero en el largo o mediano plazo resultar perjudiciales.
En el caso de sospechar que se padece fibromialgia conviene visitar a un profesional de la salud, que será el encargado de hacer un diagnóstico preciso o recetar la medicación correcta.

Para consultas:
Sociedad Argentina de Reumatología: http://www.reumatologia.org.ar/