Freno a la violencia en el fútbol: una causa para valientes

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La gestión del Club Independiente por erradicar la violencia del fútbol.

Al rojo vivo

De modo creciente y sin que todavía medien reacciones extendidas para frenar este fenómeno que envilece al deporte más popular, la violencia asume contornos definidos en el paisaje del fútbol. Una combinación entre negligencia cómplice, aguantes nocivos con trasfondo social e intereses que exceden el juego, dan cuenta de un problema persistente.

Institucionalizadas desde hace más de medio siglo, las denominadas barras bravas consolidaron su poder económico y territorial, y hoy a nadie sorprenden diversos hechos que las tienen como exclusivos protagonistas, ya sea mediante desmanes en un partido de fútbol, en una elección gremial, incluso hasta en un hospital público o en la sede del mismísimo club que, en la gran mayoría de los casos, los cobija a través de distintos tipos de prebendas. Episodios que se han ido naturalizando conforme no hubo respuestas suficientes por parte de los diversos organismos de control del Estado, el Poder Judicial y la Asociación del Fútbol Argentino. Así las cosas, los resultados de la violencia se evidencian en decenas de muertos que registra el fútbol argentino a lo largo de su historia.

Fidelidad a los socios

Las iniciativas hasta el momento, tenues y meramente coyunturales, no lograron aminorar los actos de estos grupos. Tal falta de efectividad remite seguramente a fuertes intereses no circunscriptos a los designios de la pelota. Confluyen, en tal sentido, múltiples factores: prácticas de impunidad derivadas de la última dictadura militar, ausencia de políticas inclusivas desde el Estado para resolver el problema, factores culturales que van desde la falta de campañas de prevención, focalizadas en la educación, hasta discursos periodísticos mimetizados con el lenguaje de las barras bravas.

De ahí que la aparición de una dirigencia como la de Independiente, presidida por Javier Cantero, configure una noticia alentadora a fin de enfrentar un problema endémico del fútbol argentino. Elegido como titular del cuadro de Avellaneda hace poco más de cinco meses, su discurso de campaña comenzó a plasmarse en actos concretos a poco de iniciada su gestión. La quita de favores y el hecho de señalar, desde un comienzo, que «le temo más al castigo social y moral de los socios que a los propios barrabravas si no cumplo con mi promesa de sacar a los violentos de la vida del club», expresan la firmeza y una clara convicción por cambiar las cosas. Prueba de ello fue su decisión de no entregar entradas ni habilitar micros, e impedir que la barra utilice dependencias del club como propias, lo cual motivó un hecho que conmovió a la sociedad: el 3 de mayo pasado unos 30 barras ingresaron con prepotencia a su despacho, ubicado en la sede social (Mitre 430). El objetivo fue recriminar la postura de la comisión directiva de no negociar con ellos, reafirmando así su capacidad para sortear la seguridad.
Lejos de sentirse intimidada, la actual gestión de Independiente mantuvo la palabra empeñada ante los socios y, fruto del impacto del incidente, reavivó el debate acerca de cómo actuar ante grupos que trascendieron el ámbito del fútbol para convertirse en organizaciones delictivas, con capacidad para tramar sus negocios. La dimensión del hecho llevó a que funcionarios políticos, dirigentes deportivos, medios periodísticos y personalidades del fútbol en general brindaran su apoyo –al menos desde lo discursivo– a la actitud que tomó Independiente. Sin ir más lejos, Cantero dialogó con el jefe de Gabinete del Gobierno Nacional, Juan Manual Abal Medina, Julio Grondona, titula de la AFA, y el ministro de Seguridad y Justicia bonaerense, Ricardo Casal, como parte de un raid que lo tuvo en el centro de la escena tras los sucesos en la sede social, desbordada por socios, periodistas y dirigentes, como pudo registrar Acción un día después del apriete de la barra al recorrer sus instalaciones. Las mismas que recuerdan en su interior años de gloria del Rojo como la estatua en homenaje a Ricardo Bochini, un emblema de la entidad, en la puerta de entrada; o las láminas de equipos inolvidables de Independiente diseminadas en el despacho donde Cantero fue increpado por personajes ajenos a esa rica historia.
A tal punto defienden estos grupos sus privilegios en desmedro del club que, a sólo dos días del apriete a Cantero y pese al pedido solicitado por los dirigentes de Independiente al Comité Provincial de Seguridad Deportiva (COPROSEDE) para no permitir el ingreso de los líderes de la barra al estadio de Arsenal de Sarandí, los violentos apedrearon a los simpatizantes del club local desde fuera del estadio, con el riesgo de provocarle a la institución una severa sanción por parte de la AFA. Más aún: uno de los jefes redobló la apuesta el 7 de mayo con mensajes extorsivos dirigidos al presidente de Independiente, a través de la red social Facebook. «Algunos me dicen “¿No le tiene medio a los violentos?”, y yo respondo que sí, como cualquier persona puedo tener miedo físico. Pero no me van al torcer el brazo», expresa Cantero, durante su entrevista con Acción, como si se tratara de una declaración de principios innegociables, en tanto refuerza la postura adoptada al afirmar: «Es mucho más grande la gente que se opone a esta manera de tener prebendas, hacer dinero o vivir del fútbol. Así que soy optimista. Sí creo que no va a ser un trabajo de una semana o un mes, va a llevar un tiempo. Pero con convicción, con paciencia, se puede llevar adelante. Los barrabravas son dinosaurios y en poco tiempo van a ser recordados como algo en extinción».

Cuestión de voluntad

Los dichos de Cantero chocan con no pocos obstáculos dada la oscura trama que explica la violencia en el fútbol. O «violencia del fútbol» como sugiere catalogarla el sociólogo Amílcar Romero, teniendo en cuenta que desde «fines de los 50 hasta la actualidad ha pasado a formar parte del espectáculo». Para Emilio Chebel, ex presidente de Lanús y miembro del Foro Social de Entidades Deportivas, el problema radica en el diagnóstico de situación y en las disputas interiores, lo que impide consensuar una posición común entre los diversos actores vinculados con la seguridad, motivo por el cual no alcanza con la valiente decisión de un pequeño grupo de dirigentes comprometidos en la erradicación de los violentos. «La verdad es que no veo convencidos a todos los que son responsables de la policía y del poder político de tratar de encauzar esto hacia una salida que podríamos llamar definitiva, integral, o al abordaje de un problema con reglas claras. Porque tampoco tenemos reglas claras», agrega Chebel. En la misma sintonía, Enrique Lombardi, presidente de Estudiantes de La Plata y quien también tuvo encontronazos con la barra de su club –dividida en varias fracciones– al mostrarse firme frente a distintas extorsiones, sostiene que «la cuestión de la seguridad es muy delicada. Para hacer algo debemos unirnos todos, hay que tratar este tema en la AFA». Así, Cantero y Lombardi representan otros dos casos de dirigencias comprometidas con encontrar una solución al problema.

Dirigentes y barras

En contraste con el intento de hallar soluciones, se advierten casos en que dirigentes deportivos habrían actuado de modo tal que favorecieron el incremento de poder de la barrabrava. Basta con repasar algunos ejemplos. En Boca y River las barras conocidas como La Doce y Los borrachos del tablón, respectivamente, se hicieron muy famosas en recientes gestiones de los clubes sin que hubiese una intervención efectiva por parte de las dirigencias donde eran figuras influyentes José María Aguilar (River) y Mauricio Macri (Boca).
Estos y otros hechos similares muestran muchos aspectos concernientes a las responsabilidades de las dirigencias de los clubes de alimentar al monstruo, razón por la cual, personalidades como Cantero, con el apoyo de su comisión directiva, se destacan por adoptar una actitud, no poco riesgosa, que se ubica en las antípodas de la que parece prevalecer. Así resume Cantero: «Es mentira que no se puede combatir a los barras, sólo hay que tener voluntad. Nosotros fuimos como la espuma, pero por debajo hay mucha gente que lo viene haciendo también silenciosamente». Tal afirmación despierta cierto escepticismo en algunos aun cuando coincidan, lo cual apunta a la complejidad del problema en relación con los diversos sectores, tampoco homogéneos, involucrados en el fenómeno.
La intricada trama está conformada no sólo por los barras o los dirigentes. Según Chebel, justamente apuntando a no simplificar el tema, no hay un solo responsable. «El problema no es solamente el periodismo trucho, los dirigentes berretas o los policías corruptos, sino que es un todo. Y hay que poner en la mesa todo», subraya el ex dirigente de Lanús.
Revisar esa totalidad lleva a remontarse a un tiempo atrás para observar ciertas recurrencias que llegan a la actualidad y que echan luz sobre la arista política en relación con las barras. De acuerdo con los periodistas Gustavo Grabia y Alejandro Fabbri, en la última dictadura militar, por caso, la barra de Quilmes liderada por Carlos Alberto de Godoy, apodado el negro Thompson, intentó aportar sus servicios al aparato represivo con el objetivo de acallar las manifestaciones de protesta de los exiliados durante el Mundial de España 1982. Otro revelador caso ocurrió en 2006 cuando barras de Estudiantes y Gimnasia y Esgrima de La Plata estuvieron involucradas en la gresca de San Vicente en ocasión del traslado de los restos de Juan Domingo Perón, algo que una vez más, muestra a esta mano de obra disponible a ser contratada por sindicalistas o políticos para «tercerizar» aquellas operaciones que llevan a cabo y que incluyen hechos de violencia. Más recientemente, en 2011, Mariano Ferreyra, militante del Partido Obrero, fue asesinado por un sector de la Unión Ferroviaria en cuyo seno revistaban dos barrabravas, sospechados de participar en el crimen.
Las instituciones gubernamentales, de hecho, forman parte de esta amalgama de factores. Repetidamente se ha señalado desde el poder, y sobre todo, ante algún reiterado hecho conflictivo, que «es necesario hacer algo». Si bien lo necesario sería una solución global, lo cierto es que en los mejores casos sólo hubo algunas medidas parciales. Por ejemplo, en 1985, tras el asesinato de Adrián Scaserra, hincha de Boca, se promulgó la llamada «ley De la Rúa» para disminuir la violencia, aunque con nulos efectos tanto en su aplicación como en su efectividad. Tiempo después el juez Víctor Perrotta dispuso suspender los torneos con motivo de los graves desmanes en los estadios. En el último tiempo no faltaron disposiciones que impidieron el ingreso de público a los estadios, claro que ambas medidas no podían ser sino paliativos coyunturales.

El aguante

La creación de organismos de control, como el COPROSEDE, en la provincia de Buenos Aires, fue otro intento de intervención del Estado. En la proximidad del último mundial, se conformó una ONG llamada Hinchadas Unidas Argentinas, señalada como una agrupación kirchnerista, con la finalidad de intentar una política de inclusión teniendo en cuenta la composición social de parte de las hinchadas. Con todo, ciertos analistas, como Pablo Alabarces, hacen hincapié en la falta de una política sostenida al constatar en sus investigaciones no sólo la existencia de algunos intentos discontinuos sino sobre todo la falta de datos confiables. «El único indicador fehaciente que tenemos es el muerto», concluye el autor de Crónicas del aguante y compilador de Hinchadas, dos trabajos que analizan este tema incorporando cuestiones sociales y modos de funcionamiento, como, por ejemplo, el «aguante», algo que no sólo implica apoyar al equipo, sino mucho más, pelear por él, lo que puede explicar el enfrentamiento de hinchadas. Pero asimismo, esa lógica, que en otros ámbitos puede revestir rasgos positivos, como apoyar determinada protesta, también se ve en los discursos que los medios difunden. El sociólogo cita un ejemplo contundente: el eslogan «Ganar o morir».

A esto vale agregar otro factor importante para tratar de asimilar las múltiples caras de este problema, no sólo es la lógica del aguante y el sentimiento de pertenencia a un grupo lo que domina en la barrabrava, con su implícita violencia como medio de dirimir cuestiones, sino que crecientemente, y en tanto han expandido sus actividades como si se tratara de empresas, la lucha por el poder y el dinero ha producido enfrentamientos (feroces y mortales) en el seno de las propias barras, al punto que esto supera las tradicionales peleas con la barra rival. Alcanza consignar un dato: 23 de las 32 muertes en los últimos cinco años se originaron en internas de las barras.
En un panorama plagado de componendas a la orden del día y múltiples escollos, las medidas tomadas por Independiente constituyen señales positivas, relativas al intento por terminar con un problema histórico del fútbol argentino. Y expresan, además, un posible cambio cultural respecto de las conductas de socios e hinchas en el vínculo con las barras, dado que en Independiente sus socios votaron a una conducción decidida a enfrentarlos, e incluso los repudió en varios partidos que disputó su equipo. «La gente no se sintió representada por ellos, en Independiente a los jefes de la barra brava no le piden autógrafos ni se sacan fotos con ellos como pasa con los líderes de grupos violentos en otras entidades», señala Cantero.
Pero el rechazo popular no sólo se manifiesta en hinchas del Rojo de Avellaneda. Aficionados del resto de los clubes respaldaron la política de no negociar implementada por Independiente mediante copiosas muestras de apoyo al presidente, ya sea en la calle, en los medios o en las redes sociales Twitter y Facebook. Uno de esos apoyos multiplicados en la Web decía «Fuerza Cantero», todo un mensaje de los simpatizantes del fútbol a fin de aunar esfuerzos para dar respuesta a un fenómeno que sigue con su escalada de negocios, amedrentamientos y complicidades.

                                                                   Pablo Provitilo

 

 

Defender la pasión por Rubén Vázquez - Vicepresidente 1° de Independiente y Dirigente cooperativista.

 

 

El apriete perpetrado por un grupo de barrabravas contra nuestro amigo y compañero de comisión directiva, Javier Cantero, presidente del Club Atlético Independiente, es un hecho grave. Y aunque no haya llegado al límite de la agresión física, hemos tomado debida cuenta de lo que significa ese acto de prepotencia, que pretende amedrentar a los integrantes del cuerpo directivo que asumió hace poco tiempo las riendas del Club Atlético Independiente en nombre de la agrupación Independiente Místico, ganadora absoluta de las últimas elecciones de diciembre pasado. ¿Con que propósito? Intentar revertir el camino de saneamiento y transparencia que hemos iniciado en la institución conforme a las promesas hechas a los socios en la campaña previa a esos comicios.

Ya hemos hecho la denuncia penal correspondiente en la Justicia y realizaremos todas las gestiones necesarias, no sólo en el ámbito de las instituciones de fútbol sino incluso del propio Estado –que ya nos han expresado su solidaridad–, con el objetivo de que no se vuelvan a repetir hechos de esta naturaleza. Esto debe quedar claro: no nos gustan las amenazas, pero tampoco nos atemorizan. Desde el mismo momento en que este espacio denominado Independiente Místico empezó a funcionar, con la meta de llegar a la máxima conducción de la entidad, como ocurrió en 2011, sabíamos que nuestra tarea no se desarrollaría sobre un lecho de pétalos.
Varios de nosotros militamos desde hace años en distintos movimientos sociales, como el Foro Social del Deporte que luchan por devolver al fútbol su carácter inicial de fiesta popular, despojado de la violencia y los negociados que florecen a su alrededor y engordan económicamente a toda clase de vividores, embusteros y aprovechadores. Sabíamos que la tarea no sería fácil. Existen muchos y fuertes intereses que no desean ser tocados ni desenmascarados y cuando eso sucede reaccionan con ferocidad, que es el lenguaje de los insensatos, de los que carecen de razón. Y esta reacción de los barrabravas encabezados por el Bebote Álvarez se produjo por un hecho más que claro: la denuncia penal por administración fraudulenta que iniciamos contra la conducción anterior liderada por Julio Comparada, a quienes hemos denunciado por quedarse con 300 millones de pesos del club.
Esta decisión de transparentar nuestra gestión y poner fin a las malversaciones del pasado puso en movimiento a los Frankestein del terror y la intimidación. No es raro. Esa gente viene trabajando para Comparada desde hace mucho y fue usada en similares tareas: acallar a distintos sectores de oposición o ir a putear a los jugadores. Incluso el Turco Antonio Mohamed, quien fue técnico del club, dijo que lo echaron los barrabravas por instigación de la comisión directiva de entonces. Claro, estos favores tenían una contraprestación: los barras recibían distintos beneficios, como la posibilidad de revender entradas, el merchandising trucho, el estacionamiento, los viajes al interior e incluso, según se dijo, comisiones por acercar proveedores para la construcción del estadio. A todos estos manejos irregulares les puso fin la nueva comisión directiva. Se entiende entonces la ira de los afectados por esos actos de justo e imprescindible ordenamiento institucional.
Esas conductas agresivas son en la Argentina rémoras que persisten de un pasado donde reinó la violencia absoluta. El país está en esta etapa haciendo un enorme esfuerzo a nivel de la justicia para terminar con la impunidad que acompañó durante mucho tiempo a quienes asolaron la vida institucional argentina creyendo que nunca serían castigados por sus crímenes y tropelías. Aquel clima de intolerancia contaminó también a varias zonas de la sociedad, entre ellas algunas vinculadas al fútbol que siguieron empleando los mismos métodos que la mayor parte de los habitantes intentaban abolir. Esos focos no han desaparecido del todo, como muestran los recientes acontecimientos vividos en Independiente.
Como dirigentes del club nuestro deber es contribuir a erradicar esos focos y mejorar su calidad institucional, que es por lo demás lo que prometimos en campaña. No renunciamos ni renunciaremos a estas utopías, a estos sueños. Como decimos en las bases de principios de Independiente Místico, los dirigentes somos aves de paso. «Lo que perdura es la pasión del hincha.
El mármol en el cual está inscripto el nombre del dirigente se puede resquebrajar, la pasión del hincha no, es inmortal». Pero, mientras está en funciones ese deber del dirigente honesto es ser custodio de esa pasión y promotor de las condiciones que la impulsen hacia la mayor pureza posible. En esto estamos.

 

Nota publicada en Acción Digital Nº 1098 - www.acciondigital.com.ar

 

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