La ciencia de las Abuelas

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En busca de un método que permitiera establecer científicamente la identidad de los niños apropiados, las Abuelas de Plaza de Mayo recorrieron el mundo. Muchos especialistas decían que, al faltar los padres, una muestra de sangre no servía hasta que se inventó el “índice de abuelidad”, la fórmula que da cuenta de la pertenencia de una persona a un grupo familiar aún sin el material genético de sus padres. Entrevista a una de las realizadoras del ciclo.

En el mes de agosto las Abuelas de Plaza de Mayo anunciaron con emoción y alegría la restitución de la identidad de Pablo Javier Gaona Miranda, el nieto recuperado 106. Javier había sido secuestrado junto con sus padres el 14 de mayo de 1978, cuando tenía un mes de vida. El 29 de junio último, el chico se acercó a Abuelas con dudas sobre su origen y fue recibido en el área de Presentación Espontánea de la Asociación. Frente a los indicios de que podría tratarse de uno de los nietos, fue derivado de inmediato a la Comisión Nacional por el Derecho a la Identidad (Conadi) para que se le realizara el correspondiente examen de ADN. Los resultados del análisis efectuado en el Banco Nacional de Datos Genéticos (BNDG) acreditaron su verdadera filiación y, después de 34 años, lo liberaron de la mentira. Un día antes un programa televisivo había revelado el procedimiento científico específico que permite a las abuelas  establecer la identidad de los niños.

El ciclo tenía como objetivo central, precisamente, dar a conocer al público, además de poner en contexto las motivaciones que movilizan la búsqueda de los familiares de desaparecidos, los procedimientos técnicos que permiten la concreción de cada una de las restituciones.  “99,9%  La ciencia de las abuelas”, de la productora La Lechuza, con la dirección de Mariano Mucci y Producción Ejecutiva de Leticia Schilman y Julieta Dussel, se estrenó primero en Tecnópolis TV y posteriormente en canal Encuentro. Leonardo Sbaraglia estuvo a cargo de la conducción de los cuatro capítulos especiales que giran en torno a la búsqueda de los nietos.

Durante la dictadura, cientos de niños fueron apropiados. Quienes ejecutaron ese plan creyeron perpetrar un ‘crimen perfecto’ porque nunca podría probarse la verdadera filiación de los chicos. Cuando las primeras Abuelas de Plaza de Mayo salieron a buscar a sus nietos, solo tenían las fotos de sus propios hijos cuando eran pequeños como elemento de prueba, los resultados de esa búsqueda fueron prácticamente nulos. Recién pudo desarmarse esa trama siniestra muchos años después gracias al avance de la genética, que aportó un método con un 99,99% de exactitud para identificar a los nietos apropiados a partir de el ahora legendario “índice de abuelismo” que dió su primer fruto con la restitución de Paula Eva Logares en 1984.

“La idea de hacer 99,99 % la ciencia de las Abuelas, surgió hace tiempo, la primera vez que escuchamos al genetista Víctor Penchaszadeh contar la intensa búsqueda de las Abuelas para encontrar una respuesta al problema de los chicos apropiados”, explica a Revista Cabal, Leticia Schilman, productora del ciclo. “Vimos que ahí había una historia ya que estaban todos los componentes que uno necesita para contarla: los personajes, las motivaciones, el crimen no resuelto, la gesta, los obstáculos con que se encontraron, la lucha entre el bien y el mal, el final feliz -y no tanto- al encontrar una respuesta para el profundo dilema que las Abuelas atravesaban. Ese grupo de mujeres ejemplificadoras que a pesar de su edad nunca bajaron los brazos y hasta modernizaron la ciencia, cuando los científicos a partir del interrogante que ellas plantearon se pusieron a trabajar para darles una respuesta”.

Durante los años más oscuros de la Historia argentina, la ESMA, Campo de Mayo y otros centros clandestinos, funcionaron como maternidades, donde nacieron niños posteriormente apropiados por los militares o personas de su entorno. A partir de ese momento trágico, los chicos perdían el lazo con su identidad biológica y eran criados bajo engaños.

Los primeros años de búsqueda, las abuelas se toparon con una de las dificultades más complejas que deberían enfrentar a lo largo de estas últimas tres décadas: en el caso de dar con alguno de esos chicos –a partir de denuncias de terceros, o, posteriormente, de las dudas de los mismos chicos-, que crecían con identidades cambiadas bajo tutela de los apropiadores, ¿cómo comprobar que se trataba en realidad de quienes ellas buscaban?, y luego ¿cómo probarlo ante la justicia, a partir de la recuperación de la democracia?

El parecido físico de los nietos con sus padres –que las abuelas guardaban en archivos de fotos- o con las imágenes de los mismos bebés que conservaban, poco servían: no constituían ninguna prueba y, además, perdían precisión, a medida que pasaban los años y los chicos crecían. Así fue que surgió la necesidad de articular un método que permitiera a ellas y a la Justicia establecer quiénes eran los niños que pudieran ir apareciendo.

En busca del método que permitiera establecer científicamente la identidad de los niños apropiados, las Abuelas recorrieron el mundo. Muchos especialistas decían que, al faltar los padres, una muestra de sangre no servía hasta que apareció Marie Claire King, que dijo que sí. De esta forma, se llegó al “índice de abuelidad”: un aporte de las Abuelas a la ciencia, la fórmula que podía dar cuenta de la pertenencia de una persona a un grupo familiar aún sin el material genético de sus padres.

Ese método se iría luego perfeccionando con la utilización del ADN.

El logro fue el resultado de la asombrosa gesta de un grupo de genetistas de distintas partes del mundo que encontraron a través de la ciencia la respuesta a un problema inédito en la historia de los derechos humanos.

“Es interesante pensar que los genocidas ejecutaron el plan de apropiación de bebés pensando que nunca podría probarse quién era su verdadera familia. Tal es así que las primeras búsquedas las abuelas las hacían con fotos de sus hijos para identificar a sus nietos apropiados. Pero la ciencia consiguió desarmar esa trama siniestra gracias al increíble avance de la genética y aportó un método con un 99,99% de exactitud para que pudieran identificar a sus nietos”, relata Schilman. “El ciclo cuenta también el cruce de la ciencia con los derechos humanos, y como en este caso la genética pudo desarrollar un método único en el mundo y creado especialmente para este caso, que posteriormente fue usado en otros países. También trata sobre los primeros análisis antes del ADN, como cambiaron los métodos con la utilización del ADN, el papel del equipo Argentino de Antropología Forense, y como simultáneamente deben adecuarse las leyes a los avances científicos para la identificación de personas.”

Fue largo y trabajoso el proceso que permitió que los análisis de ADN fueran aceptados como una prueba judicial: el programa abarca ese relato, desde la  necesidad inicial de encontrar un método, la creación del Banco Nacional de datos genéticos, el surgimiento del Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF), la creación de la CONADI, incluyendo los problemas legales que fueron enfrentando las familias de desaparecidos desde 1983 hasta la actualidad, en el entorno de la ausencia de un marco legal en la lucha por la restitución de menores apropiados durante la dictadura.

Acerca de lo que significó para ella y el resto de los realizadores la concreción de este proyecto, Schilman explica: “El concurso del CEPIA organizado por la Secretaría de Cultura de la Nación significó una gran oportunidad para nuestra productora, que formamos junto a Mariano Mucci y Julieta Dussel, sobre todo porque muchas veces este tipo de contenidos no interesan en la televisión comercial. Y fue muy gratificante hacerlo, contar con la ayuda de las Abuelas, de Estela de Carlotto, -que narra con claridad y lucidez la historia- y con el valioso aporte de un actor como Leonardo Sbaraglia que interpreta los textos con sencillez y verdad. Y se hace las preguntas que todos nos hacemos cuando pensamos en cómo se ha construido la identidad de estos chicos a los que les robaron parte de su historia. Fue increíble también que al día siguiente del estreno en canal Encuentro apareció otro nieto, el 106.  De alguna manera, me emociona saber que siguen apareciendo, que se siguen reencontrando con sus familias. Ojalá que este programa inquiete, genere alguna duda, haga pensar, reflexionar, y nos permita así seguir avanzando en la búsqueda de verdad y justicia.”


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www.encuentro.gov.ar