La educación del futuro: cómo enseñar en un mundo cambiante

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En un mundo que se transforma cada día, la educación enfrenta nuevos desafíos, y resignifica sus sentidos: se trata de un cambio de paradigma, coinciden los especialistas. ¿Qué objetivos deben orientar a instituciones y docentes en la era digital? En el mes del comienzo de clases, Revista Cabal convocó a teóricos y educadores para reflexionar sobre un tema que involucra a todos.  

¿Cómo preparar a los estudiantes para un mundo en permanente transformación y que, a futuro, no se sabe cómo será? ¿De qué forma incorporar las nuevas tecnologías a la dinámica escolar y universitaria? ¿Cómo rediseñar la escuela que, si mantiene su estructura tradicional, parece anacrónica? Los interrogantes y desafíos que por estos días inquieta a los teóricos de la educación, docentes y directivos de escuelas y universidades, son numerosos y no tienen una respuesta única. Lo que está claro es que el debate es necesario y requiere atención.


Analistas y educadores coinciden en un punto crucial: el mundo globalizado y digital impone un cambio de paradigma que se traducirá, progresivamente, en nuevos enfoques y una nueva dinámica en las aulas (si se pretende que ésta siga funcionando como un eslabón relevante en la tarea institucional).


El fenómeno es global y en la Argentina adquiere características propias. Iniciativas como el Plan Conectar, que permitió hasta acá a 3.812.054 chicos y adolescentes en formación el acceso a una Netbook (cifra de febrero 2014) puede leerse como un exitoso intento por facilitar a los alumnos el acceso a la tecnología que precisan para acceder a la información online. Por otra parte, en los próximos años, serán cada vez más extendidos los proyectos que apuntarán a integrar las nuevas tecnologías a la actividad en el aula. Simultáneamente, habrá que debatir el nuevo rol que adopta en la actualidad el estudiante y, del mismo modo, de qué forma se ve transformada la actividad del docente.


“Asistimos a un colosal cambio tecnológico que genera una configuración cultural que tiene en el centro la imagen y no la letra, los instrumentos de comunicación electrónica como medios de producción y difusión del saber, los medios masivos de comunicación como elemento central de conformación de la cultura de masas y todos ellos como constructores de un ambiente cultural que redefine la subjetividad de las nuevas generaciones.  Esto obliga a repensar toda la organización escolar y áulica”, expresó a Revista Cabal Guillermina Tiramonti, docente e investigadora de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO).


“La tecnología impone nuevas formas de aprendizaje  y aporta a su vez nuevas herramientas”, define a su vez Néstor Abramovich, especialista en gestión educativa y director del Colegio de la Ciudad, consultado para esta nota. “Creer que la tecnología es solo una herramienta es un error, día a día podemos ver cómo influye en el modo de pensar, de armar una gramática, incluso de relacionarse afectiva y físicamente. Esto implica aprender de otro modo y consecuentemente nos exige enseñar de otros modos.”


Para Abramovich, innovación tecnológica y educación personalizada son dos de las líneas a seguir, y en las que ya se trabaja activamente. “La primera se nos ha impuesto y debemos aprender a aprovecharla, potenciarla y resignificarla. La segunda es una elección de la que depende el éxito del trabajo, hoy más que nunca los pibes necesitan ser mirados, cuidados y acompañados.”


Desde el punto de vista pedagógico, uno de los ejes del cambio también pasa por reconvertir la dinámica de transmisión enciclopedista, propia de tiempos pasados, a otra que privilegie el entrenamiento del pensamiento crítico, la interacción con la tecnología y el trabajo en equipo. “La clave de la educación hoy es trabajar con el pensamiento, que si bien incluye la comprensión, requiere además del desarrollo de la creatividad intelectual”, explica Abramovich. “No se trata de enseñar qué pensar sino cuáles son los mecanismos del pensamiento. Se trata de que el estudiante se apropie de la herramienta en lugar de reproducir su funcionamiento.”


“La versión enciclopedista se basaba en la primacía de la lectura, lo que suponía un método secuencial de enseñanza, con un docente al frente del aula, único portador del saber considerado verdadero  que debe transmitir. Esto ya ha cambiado y la escuela intenta adaptarse a esta situación”, asume Tiramonti.


Uno de los desafíos más acuciantes en este sentido, con chicos y jóvenes hiperinformados, es encontrar el modo de captar la atención de los nativos digitales, acostumbrados a la sobredosis de estímulo, el acceso ilimitado a la información y cierta dispersión permanente. “La cuestión parece ser no competir con esos medios sino incluir y resignificar”, aporta  Gabriela Farrán, Diplomada en Gestión Educativa por FLACSO. “Debemos poner en diálogo su lenguaje con el nuestro, de lo contrario la comunicación gira en torno de lo imposible. Y un punto clave es la pasión, un pibe se engancha con la pasión del docente más que con los contenidos que enseña”.


Puede pensarse que la educación del futuro apuntará, más que a la adquisición de conocimientos fragmentados o técnicos, a profundizar el conocimiento de lo humano en contexto, y a aceitar los mecanismos de comprensión, en un momento histórico de profundas transformaciones. La cuestión de la ética, también parece prioritaria: “La construcción ética de la educación implica asumir que las preguntas no tienen una respuesta mecánica sino que exploran de verdad las mejores opciones para el hombre en cada contexto”, dice Abramovich. “¿Qué es bueno? implica preguntarse para quién, cuándo, en qué situación”.


Para Tiramonti, la modificación de la escuela no puede hacerse de un día para el otro: “Es necesario comenzar a reinventar en el aula y explorar la posibilidad de implantar nuevas formas. Se trata de encontrar nuevas fórmulas, y es necesario formar docentes, personalizar la enseñanza, atendiendo a la evolución de cada alumno, para romper la escolarización por bloques de disciplinas”. Lo central, en la visión de Abramovich, es “sistematizar y compartir la experiencia con otros”.
Nuevos problemas, nuevos desafíos: problemáticas abiertas que seguirán discutiéndose y repensándose de aquí a futuro, y que, en el mejor de los casos, irán encontrando sus respectivas respuestas.

                                                                                          

                                                                                            Verónica Abdala