Más democracia

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Octubre se abre como un mes significativo para los argentinos. Una vez más, la vida  en democracia invita a los ciudadanos a concurrir a las urnas para que expongan sus preferencias en una nueva elección presidencial que será complementada por la renovación en parte de las cámaras legislativas. El acto, que tendrá lugar el 23 de este mes en curso, ha sido precedido en agosto por las llamadas elecciones primarias, que arrojaron un rotundo triunfo de la actual presidenta de la Nación, Cristina Fernández de Kirchner.
Como ocurrió en esos comicios, se prevé que habrá una alta concurrencia a las mesas donde se emita el voto. Lo cual arroja una primera señal positiva para este tipo de prácticas a las que nos acostumbra la democracia: que participen gran cantidad de ciudadanos. Sin ser el único ideal al que aspira una democracia que funciona bien, es uno de los más importantes. Sobre todo porque permite alejar el fantasma de las abstenciones elevadas, que ensombrece la legitimidad de cualquier triunfo por falta de interés de la ciudadanía.
En un país como el nuestro, donde los propulsores del modelo neoliberal jugaron tanto tiempo a despolitizar a la sociedad mediante la difusión de la resignación y el desencanto, este vuelco masivo a las urnas demuestra la reaparición de una nueva confianza social en los mecanismos políticos como forma de dirimir las diferencias en la vida democrática. Esa participación, desde luego, debe perfeccionarse a través de otros canales de expresión que amplíen la manifestación de la voluntad popular, pero como inicio es muy importante y exhibe el rostro de una Argentina totalmente distinta a aquella sociedad desprotegida y al borde del abismo que tanto nos inquietaba en los tres primeros años del siglo.
Si las previsiones se cumplen –y es del todo probable que se cumplan- en la mencionada fecha de octubre será reelegida la actual presidenta. Su caudal electoral, que superó en las primarias el 50 por ciento de los votos, más la abrumadora diferencia que la separa del segundo candidato, tornan virtualmente imposible que se pueda revertir ese resultado. Esto plantea, entonces, otra reflexión necesaria: ¿qué espera a los argentinos en los próximos cuatro años? Con toda seguridad la continuidad de un modelo nacional y popular que logró sacar al país adelante en un proceso de crecimiento y de remozamiento hacia adentro y hacia fuera. En esto, hay plena coincidencia en todos aquellos que piensan, al menos, con un mínimo de realismo político.
Ese modelo, no obstante, y como la propia presidenta lo ha dicho, necesita avanzar mucho más hacia nuevas conquistas. Se ha mitigado en una proporción considerable la herencia de pobreza y desocupación que había dejado la devastadora experiencia del menemismo, pero restan todavía otros progresos en la lucha por terminar con los distintos estigmas que ha impuesto la desigualdad. Este desafío en pos de mejorar y profundizar todo lo bueno que se ha hecho hasta hoy requerirá del apoyo y el aporte de los ciudadanos, de su participación, otra vez, pero en una escala de creatividad muy superior a la que demanda el simple hecho de ir a votar.
¿Por qué? Porque la democracia es un ámbito de disputa donde todo se debe ganar, pelear. Los sectores vinculados al viejo poder económico –viejo pero vivo y nunca dormido- no van a ceder dócilmente sus privilegios, no van a hacer la más mínima concesión si no se sienten interpelados por una ciudadanía en movilización y consciente de su poder, de sus derecho a exigir mejoras que son indispensables para una vida más decente, más humana. Una vida como no se podría concebir otra en un mundo donde la tecnología y los adelantos de la ciencia ha logrado poner al servicio de la humanidad            –por el momento nada más que de parte de ella debido a la distribución desigual de los beneficios- posibilidades sorprendentes de mejoría y optimización de las condiciones de existencia.
Cabal, como empresa cooperativa, no ha estado al margen de todo este proceso de cambio en la sociedad argentina de los últimos ocho años. La pujanza en los estímulos al consumo y el desarrollo del mercado interno han facilitado la expansión de los medios de pagos como instrumentos a través de los cuales se puede efectivizar las adquisiciones y compras de bienes y servicios. Por otra parte, esos medios de pagos como Cabal han contribuido fuertemente a la transparencia de las operaciones mediante las cuales se otorgan subsidios o beneficios como la asignación universal por hijo, que al adquirirse a través de una tarjeta permiten evitar cualquier tipo de manipulación clientelística.
Pero, eso no es todo. Las perspectivas de desarrollo en el marco regional, ahora con la creación del Banco del Sur, pero también con otras medidas de integración económica y de resguardo mutuo ante la posibilidad de algún temporal financiero proveniente de los países sacudidos por fuertes crisis de sus economías en Europa y los propios Estados Unidos, abre también un campo fértil de nuevas posibilidades y realizaciones para los múltiples servicios que ofrece nuestra tarjeta.
En este sentido se inscribe nuestro objetivo estratégico de convertir a Cabal en el medio de pago de los países de la región, que significa fortalecer nuestra actual presencia en Uruguay, Paraguay, Cuba y Brasil y extenderla al resto de los países del continente.
Los países se enfrentan a menudo con oportunidades históricas que no suelen ser comunes en su destino. La Argentina, creemos, está frente a una de esas oportunidades. Desde esta cooperativa, y conscientes de que la ampliación de la igualdad y el progreso son procesos que exigen debate y participación, nos hemos propuesto seguir avanzando en la dirección que como empresa nos marca nuestra filosofía cooperativa, pero también a través de un medio como Cabal Digital de establecer un diálogo con nuestros socios y lectores donde el intercambio de ideas y contenidos para la reflexión sean fuente de continuo enriquecimiento.
Hasta la próxima y que disfruten de nuestros materiales.