Mujer modelo

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La doctora María Fernanda Ceriani, jefa del Laboratorio de Genética del Comportamiento de la Fundación Instituto Leloir, fue elegida ganadora de la quinta edición del Premio Nacional L’Oréal-Unesco, reconocimiento internacional que se otorga a mujeres científicas sobresalientes. En esta entrevista con Revista Cabal Digital, la bióloga y madre de tres hijos revela algunas pistas sobre su profesión y su vida.

Hace no demasiado tiempo -en el siglo XIX, y hasta comienzos del siglo XX- no era habitual que las mujeres estudiaran en las universidades, ni desarrollaran una profesión propia. En sociedades lideradas y conducidas por hombres, la ciencia reflejaba el estado de las cosas. Hoy, la realidad es radicalmente distinta: las estadísticas demuestran que el 27% de los científicos del mundo son mujeres, según la Unesco. En la Argentina, las mujeres constituyen el 50% del personal de investigación y desarrollo, aunque siguen ocupando menos del 25% de los puestos jerárquicos
Ser mujer e investigadora, en el mundo de hoy, sigue siendo un desafío. Sobre todo, si se es madre: la carrera científica exige dedicación full time, y en ese caso hay que equilibrar las demandas de la profesión y las de la vida hogareña. Ese es el caso de María Fernanda Ceriani, esposa de un hombre con el que comparte la profesión, y tiene tres hijos. Ella fue la ganadora, hace unos pocos meses, del reconocimiento al esfuerzo y al mérito a mujeres sobresalientes de las ciencias que otorga anualmente la empresa cosmética L’Oreal junto con la Unesco, y que en el 2011 recibieron mujeres científicas de México, Estados Unidos, China, Kuwait y Suecia.
En la Argentina, por primera vez, el premio nacional les fue otorgado a tres investigadoras seleccionadas por un jurado de científicos notables del Conicet. Mientras que Ceriani recibió el mayor reconocimiento (y un premio de veinte mil dólares), María Eugenia Farías, que investiga los antiquísimos microorganismos de las lagunas de altura en la Puna, y la bióloga molecular Annabella Srebrow, que escudriña los mecanismos del ARN mensajero de las células, recibieron menciones y un premio de dos mil dólares cada una.
Fue a fines del 2011, el año en que la Asamblea general de las Naciones Unidas declaró como el Año Internacional de la Química, coincidiendo con el centenario de la concesión del Premio Nobel otorgado a Marie Curie por sus aportes a la Química, y el Año Internacional de las Mujeres Científicas.
La pasión por la ciencia, en particular por la biología molecular, comenzó en tercer año de la secundaria de la Escuela Nacional Normal Superior Manuel Dorrego, de Morón. “Estudiar el funcionamiento de la célula y eso fue el clic para mí”, cuenta ella. Comenzó su carrera en el INTA Castelar, donde hizo su doctorado, después viajó al Centro de Investigaciones Scripps, en California, realizó su posdoctorado y luego en 2002 volvió a la Argentina para seguir investigando en su país. Es autora de más de 20 trabajos publicados en prestigiosas revistas internacionales. Participa como plenarista o simposista en congresos nacionales e internacionales, y fue distinguida –antes de recibir el premio Unesco-L’oreal- en el 18º Congreso Bianual de la American Society foy Neurochemistry como Young Investigator Award, y por HHMI International Research Scholar. Diez años después, es jefa del Laboratorio de Genética del Comportamiento en el Instituro Leloir.

 

Si bien la presentación o aplicación al premio Lóreal requiere de la presentación de un proyecto de investigación, que será financiado parcialmente con el dinero aportado por el premio, se trata de un premio a la trayectoria científica, así que no es sólo por lo que uno propone hacer sino por lo que lleva hecho- explica Ceriani a Revista Cabal-. El proyecto premiado lleva por título “Mecanismos neuronales de control del comportamiento circadiano”, e intenta comprender como se comunican entre sí los distintos relojes que hay en el cerebro para dar como resultado una actividad coordinada (coherente) de todo el organismo. Es un proyecto a largo plazo, y en el que no sólo trabajamos nosotros sino varios otros laboratorios en otras partes del mundo.

La línea de investigación de Ceriani apunta a la comprensión del reloj interno que permite a todos los organismos anticipar cambios ambientales como la sucesión de días y noches, o las estaciones del año, y adaptar así su comportamiento a estos ciclos de la forma más conveniente. Los engranajes de ese reloj biológico lo conforman un conjunto de genes capaces de medir el paso del tiempo, y son los responsables de regular una amplia gama de procesos metabólicos, fisiológicos y comportamentales de los organismos vivos. El estudio fue publicado en el mes de noviembre pasado en la prestigiosa revista científica Current Biology.

En las últimas cuatro décadas, Drosophila melanogaster (el organismo con el que trabajamos, conocido como la “mosca de la fruta” o “fruit fly”) fue esencial para desentrañar lo que hoy sabemos respecto de cómo se ensambla la maquinaria del reloj biológico dentro de una célula. La mayoría de los genes que conocemos, y que explican el funcionamiento del reloj de los mamíferos, se descubrieron primero en la mosca, con un par de excepciones. De hecho, el nivel de conservación a lo largo de la escala evolutiva es tal que se han encontrado familias enteras con defectos genéticos muy semejantes a los que tienen las primeras moscas mutantes- explica ella-. Dada la conservación en los mecanismos básicos que operan en las células o los circuitos, el uso de sistemas “menos complejos” -como la mosca- facilita el análisis y comprensión de fenómenos ultra complicados, que en mamíferos serían muy difíciles de abordar, por la redundancia, es decir con varios genes cumpliendo el mismo papel biológico, o muy semejante. 

¿Cuál fue su primer reacción al enterarse de que le había sido otorgado este prestigioso reconocimiento, y dónde estaba cuando recibió la noticia?

Estaba en el laboratorio, en mi escritorio, a punto de ir a escuchar la charla de un científico invitado. Sonó el teléfono y la persona que me llamó me dijo que la Dra. Rovira, Presidente del CONICET, quería comunicarse conmigo. Empecé a pensar rápidamente cual sería el “problema”… ¡En ningún momento se me pasó por la cabeza que se trataba de este tema! En general esas noticias aparecen por correo electrónico, o se publican por internet. Fue mucho más cálido así. ¿Cómo reaccioné? Como siempre.  Cuando me pasa “algo bueno”, me pongo feliz, pero me cuesta exteriorizarlo.
¡Cómo congenia la vida profesional y la vida familiar, considerando que tiene tres hijos? ¿Son muy exigentes sus rutinas laborales?
No es muy fácil, pero aparentemente se puede. Este tipo de trabajo es muy demandante, casi tanto como tener una familia; ambos absorben todo el tiempo y dedicación que le quieras o puedas dar! En general, uno trabaja en el laboratorio todo el día (digamos, de 8.30 a 17.30 o 18) y cuando hace falta -bah, casi siempre!-, una o dos horas más a la noche, después de acostar a los chicos. Para armonizar semejante nivel de demanda, como primera medida hay que luchar contra los propios preconceptos, ya que como mamá uno no puede ir a buscar a los chicos al cole como hacen muchas otras, ni participar de cada una de las actividades que la escuela propone, y eso genera reclamos en los chicos…. pero principalmente en uno mismo! Es fácil sentirse en falta, aunque descuento que algo semejante les ocurrirá a todas las mamás y papás que trabajan. En mi caso todo, es más manejable porque mi pareja es también científico, y respeta mucho mi actividad, y los cuatro –él y mis tres hijos- se las arreglan muy bien cuando tengo que viajar, si no sería aún más difícil.
¿Considera que las investigadoras argentinas trabajan en igualdad de condiciones respecto de sus colegas varones?

Es un tema complejo, con distintas aristas. Lo cierto es que en la mayoría de los ámbitos no hay muchas mujeres en las posiciones de jerarquía. En la carrera de investigador de CONICET, el organismo del estado al cual la mayoría de los científicos pertenecemos, el porcentaje de mujeres que alcanzan las categorías superiores es minúsculo. Lo mismo pasa con las direcciones de los principales institutos o centros de investigación. Eso es un indicio claro de desigualdad, aunque incluye también un aspecto más complejo que tiene que ver con la realidad de la sociedad en la que vivimos. En muchas familias, aún hoy día las tareas cotidianas -como el manejo de la casa y el cuidado de los chicos- recae en las mujeres, casi como un mandato ¨cultural¨. Y estimo que muchas se sentirán tironeadas por esta realidad, y ante las vicisitudes de la carrera, acerca de si optan por roles menos protagónicos, que devienen en posiciones menos jerarquizadas.

¿Le pesa el hecho de ser jefa de un equipo de trabajo, o lo vive con naturalidad?

Me costó bastante adaptarme, especialmente al principio: era muy joven y me sentía mucho más cerca del ¨lugar¨ que ocupaban los otros que del de jefe en sí. Esta profesión es curiosa: uno se prepara durante muchos años -el doctorado y posdoctorado insume unos ocho a diez años en promedio- para planear y hacer experimentos y, llegado el momento de iniciar tu propio laboratorio, el tipo de actividad cambia radicalmente, y demanda otras capacidades; obtención y administración de fondos, manejo de personal, etc. No es que uno no pueda seguir haciendo experimentos, pero dependiendo del tamaño del grupo es cada vez menos factible. Es mucho lo que hay que aprender para sacar lo mejor de cada uno de los miembros del equipo! A lo largo de casi diez años, uno también se construye en ese lugar, y la verdad es que me encanta. Para empezar, me permite involucrarme en paralelo en varios proyectos que despiertan mi curiosidad, y eso es impagable. Además, como el conocimiento se construye de a poco, muchas cabezas pensando en temas relacionados tienen un efecto sinérgico; es edificante ver el crecimiento de las personas que se van formando bajo tu dirección. Admito que tener tanta responsabilidad también da dolores de cabeza. Por momentos mis becarios -como llamamos en la jerga a los investigadores más jóvenes, los que están en etapa de ¨formación¨- se ríen de mí, porque no puedo dejar de ser un poco la mamá de todos.

¿Qué es lo que más disfruta y lo que más padece de su trabajo?
Disfruto de muchas cosas. Es un trabajo muy cambiante; todo el tiempo aparecen desafíos nuevos… Es imposible aburrirse! Uno es afortunado al poder dedicarse de lleno a comprender los temas que lo apasionan… pero la contracara de eso es que es una tarea un poco ingrata. Uno se la pasa luchando para conseguir financiamiento que le dé continuidad al trabajo del grupo, y por momentos es muy cuesta arriba. La mayoría de los grupos en Argentina se manejan exclusivamente con fondos locales -en general de agencias gubernamentales que duran dos o tres años-, y si bien en los últimos años el presupuesto para investigación ha crecido, todavía estamos a años luz de otros países de América Latina (como Brasil y Chile) y ¡ni que hablar de los países más desarrollados! Siempre sueño con la posibilidad de obtener subsidios por  cinco años, de modo de no tener que estar renovándolos cada dos por tres. En países europeos, Japón o Estados Unidos, es así. 
¿Cuáles son sus proyectos a corto plazo y cómo se imagina de aquí a diez años?
¿Cuál es su mayor aspiración profesional?

Uf, pregunta difícil. Espero que la próxima década ayude a que mi grupo de investigación termine de consolidarse -en la jerga eso significa que seamos considerados mundialmente como líderes en los temas en los que trabajamos-. Las preguntas biológicas nunca son a corto plazo, así que imagino que seguiremos trabajando en aspectos cada vez más complejos de los temas que nos ocupan hoy día. Me gustaría ver en ese entonces que varios de los jóvenes que se formaron conmigo hayan logrado regresar al país después de un posgrado en el exterior, y poder ayudarlos a reinstalarse en forma independiente.  Una de mis grandes aspiraciones es quizás esa, que mi grupo sirva como semillero de nuevos grupos, que emplean el organismo modelo para contestar una diversidad de preguntas biológicas de relevancia. Más allá de la formación de recursos humanos, que es un aspecto central de nuestro trabajo, por supuesto lo que uno desea es que el conocimiento obtenido en el laboratorio permita en última instancia paliar alguna enfermedad en humanos. Sin embargo, la mayoría de los científicos reconoce que hay un largo camino a recorrer entre la investigación básica -la que surge de laboratorios como el mío- y su aplicabilidad. Un largo camino que puede medirse en décadas.

(Enlace relacionado: http://www.revistacabal.coop/el-tic-tac-que-regula-la-vida)

 

Minibio

 

María Fernanda Ceriani es egresada de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la Universidad de Buenos Aires, donde recibió el título de licenciada en 1990 y el de doctora en Ciencias Biológicas  en 1996. Durante este período formó parte de los grupos de investigación del Dr. Esteban Hopp (Instituto de  Biotecnología, INTA-Castelar) y del Dr. Roger Beachy (The Scripps Research, La Jolla, CA, USA). Posteriormente, en el período 1997-2002, realizó su entrenamiento postdoctoral bajo la dirección del Dr. Steve Kay (The Scripps Research) donde se  interesó por los mecanismos moleculares responsables de la generación de ritmos circadianos en Drosophila. A partir del aňo 2002 dirige el laboratorio de Genética del Comportamiento en el Instituto Leloir, cargo que fue obtenido por concurso abierto internacional, y es miembro de la carrera de investigador del CONICET.