Problemas de pareja: “tomémonos un tiempo”

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Recurso frecuente en situaciones de crisis, puede ser una decisión consensuada o la iniciativa de uno de los dos. A veces fortalece el vínculo y otras se utiliza para iniciar un proceso de separación inevitable. Cómo afecta a la pareja y a su círculo más cercano.

La historia arranca con una pareja con algunos años de relación, con o sin convivencia, que advierte que las cosas ya no son como eran. La seducción, el flirteo mutuo y el idilio apasionado dejan paso a ciertas rutinas, desencuentros y hasta discusiones de diversa intensidad. La construcción, que parecía sólida y eterna, empieza a mostrar algunas grietas. Ambos lo notan y deciden hacer una pausa “para pensar”, con o sin una etapa previa de terapia de pareja. Cada uno por su lado, por momentos se sienten aliviados, conocen a otras personas que no los satisfacen y, después de algún tiempo, se dan cuenta que extrañan, que el amor en realidad está donde estuvo antes y que ya es hora de volver a casa. Así termina la película. O, mejor, adelantándose en el tiempo, ya con hijos sonrientes, casa con jardín y un Golden Retriever.

Por desgracia, o por suerte, la vida no es una película. Nosotros, los personajes reales, tenemos más preguntas que respuestas, y lo que en la pantalla es todo certeza y coherencia, acá es duda y contradicción. Y entonces, cuando alguien propone “tomémonos un tiempo” está invitando a una situación o un lugar que puede ser la pacífica pradera… o el peligroso abismo. “El ‘tomarse un tiempo’ es una medida que se suele pensar cuando la pareja entra en crisis y se quieren evitar consecuencias del deterioro que dicha crisis genera. Los terapeutas de parejas podemos sugerirlo. Pero son los mismos miembros de la pareja quienes, en definitiva, deciden llevar a cabo esa medida de tomar distancia o no”, explica la licenciada Marta Giralt.

No es sencillo porque implica alejarse, en principio “por un tiempo”, con el riesgo inevitable que bien advierte Roberto Cantoral en su bolero La barca: “Dicen que la distancia es el olvido”. Esa separación, aunque temporal, “es lo más difícil para un vínculo, porque implica cambiar la distancia entre los miembros. Y esa distancia es parte de la realidad constitutiva de ese vínculo”, agrega la psicoanalista.

Problemas de pareja: “tomémonos un tiempo”

La decisión de la pausa, en la experiencia de Giralt, puede ser tomada por ambos integrantes de la pareja o por uno solo, sin distinción de género. “A veces, es una manera morigerada de terminar con una relación amorosa. En algunas ocasiones, decir que uno quiere terminar suele ser vivido como algo violento. Entonces el pedir un tiempo para pensar y analizar suele ser una salida honrosa para no reconocer que ya no se quiere seguir teniendo esa relación. Y se suele generar el consenso cuando dicha medida se cumple”. Por otra parte, señala la especialista, “en relaciones violentas es difícil que se logre un consenso al respecto. Por eso se suele llegar a hacer intervenir a la Justicia, que debe actuar con medidas protectivas como ‘prohibición de acercamiento’ o ‘exclusión del hogar’.

Nosotros y los otros

Al momento de la crisis, pero en particular cuando se produce la pausa en la relación, en la película empiezan a tener mayor presencia y participación los otros. Especialmente los hijos. “El entorno —señala Giralt— siempre es importante en una pareja. Porque no vivimos aislados. Y cuando se toma una decisión de este tipo el entorno ha tenido que ver de alguna manera. Seguramente los hijos, si son grandes, han dado su opinión o sugerido. Si son pequeños, se adaptan a todo. Y si sus padres están bien, ellos lo estarán. Es importante que no se rompa el vínculo con los niños por problemas con la pareja. Son vínculos diferentes. No hay divorcio de los hijos”.

También cumplen un rol importante otras relaciones: “Amigos, colegas, etc., reaccionarán ante esta medida de acuerdo a la situación que hayan observado antes. Si las cosas no se veían bien en la pareja, aceptarán y hasta apoyarán la propuesta. Serán los amigos los que acompañarán y llenarán vacíos y calmarán angustias y ansiedades. Nada como un buen amigo para apoyar en esos momentos donde se necesita una soledad acompañada”.

Pero quienes más sufren en esta etapa son los protagonistas, que con el alejamiento suelen pasar por diferentes estados. “Puede suceder que, ante la ausencia del otro, cada miembro de la pareja se sienta en duelo, no pudiendo dejar de pensar en el otro, extrañándolo, y con sentimiento de culpa. En tal caso el reencuentro se dará, a la corta o a la larga. O bien puede suceder que esta distancia permita apreciar, con la objetividad que faltaba, la situación de cada miembro de la pareja”.

En este tiempo de separación, explica la psicóloga, habrá intentos de conocer otras personas con fines sexuales y /o amorosos. Y esto puede ser crucial para lo que pase a continuación con la pareja. Los imponderables existen. Y estos pueden modificar la situación de la pareja para siempre.

Un aspecto ventajoso de la separación para ver qué pasa consiste en la posibilidad de dar lugar al pensamiento por sobre las pasiones, o emociones, tanto positivas como negativas: “Esto puede permitir una evaluación más adecuada y apropiada de la situación. De todas maneras, si no hay modificaciones en los miembros de la pareja, y un reconocimiento de errores y modos inadecuados de comunicación, en poco tiempo se puede volver a lo mismo que antes de que se tomase dicha medida”.

Con respecto a si esta decisión de tomar distancia es exclusiva de las parejas, Giralt opina que “es propia de los vínculos emocionales, que necesitan poder tener perspectiva y no la están teniendo. La distancia puede evidenciar que algo cambia. Al tomar distancia, cada miembro de la pareja, o de la dupla o vínculo, tiene que hacerse cargo de los aspectos que depositaba en el otro sin darse cuenta, de manera proyectiva, y eso muchas veces genera una posibilidad de modificar algo. Otras veces lo que provoca es la búsqueda de otra persona que ocupe ese lugar de proyección de lo que no se soporta en uno mismo, y entonces se vuelve a empezar”. Y concluye: “El camino del propio auto desconocimiento es infinito”.