Qué, cómo y cuánto leemos

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La época vertiginosa, las herramientas tecnológicas, la competencia con otras atracciones para las horas de ocio parecen atentar contra el viejo y noble hábito de la lectura. Pero el año pasado se batió un nuevo récord de nuevos títulos publicados. ¿Se lee menos o se lee distinto? A juzgar por las cifras, sigue reinando el papel: el libro electrónico no termina de arrancar ya que desde 2012 se mantiene en torno del 17% del mercado. Aquí, una radiografía de la lectura en tiempos de smartphones.

El libro no terminó con la narración oral o el teatro, tampoco el cine hizo mella en la actividad teatral. Más tarde, la televisión no resultó ser una amenaza para las películas, ni el video lo fue para la televisión o el cine. Solo la irrupción de Internet primero y de los celulares inteligentes más recientemente logró, especialmente en los últimos años, mover los cimientos de hábitos culturales largamente edificados y conservados. La primera gran víctima es el periodismo, en particular los diarios en papel, que están perdiendo la batalla. Cuando aparecieron los primeros e-readers, lectores de e-books (libros electrónicos que se descargan legalmente de la Web a un precio sustancialmente menor que los de papel, e ilegalmente en forma gratuita), hubo quienes se aventuraron a anunciar el apocalipsis para el libro impreso. Algo que parece lejos de suceder, al menos en la Argentina, donde el soporte digital representa el 17% del total de libros publicados, un porcentaje que prácticamente se mantiene inalterado desde 2012.

Según el Informe Anual de Producción del Libro en la Argentina —de la Cámara Argentina del Libro (CAL), que nuclea a más de 500 editores, distribuidores y libreros, en base a datos de la Agencia Argentina de ISBN—, en 2015 se publicaron 28.966 novedades editoriales, la mejor cifra de libros publicados desde 1997, que el Informe toma como antecedente más remoto. Fue un 3,4% más de nuevos títulos que los publicados en 2014, y más del triple que en 2002, el peor año del período analizado. Lo que no surge de las cifras de producción es si hay más personas que leen, más autores que publican.

“Las cifras de publicación van in crescendo —dice Constanza Brunet, directora de Marea Editorial, a Revista Cabal— y sin embargo las ventas han bajado. Supongo que eso responde a la facilidad que las nuevas tecnologías le ofrecen hoy a los autores y editores. Desde la escritura de un libro, que antes implicaba un laborioso tipeo de diferentes versiones y hoy es un archivo tipiado y autocorregido en una computadora portátil. Pasando por el trabajo de edición, corrección, armado y diseño. Para llegar finalmente a la impresión, en la que, gracias a la tecnología de impresión digital, puede realizarse una tirada mínima de 50 o 100 ejemplares (o incluso de a uno) a costos cada vez más bajos con relación al offset tradicional, donde era inviable realizar menos de 500 ejemplares”. 
Según el informe de la industria editorial, el número de ejemplares publicados, en cambio, cayó del récord histórico de 128.929.260 unidades de 2014 a 82.697.356 del año pasado, que no incluye las reimpresiones, lo que representa un fuerte retroceso de casi el 36%. Esto completa un panorama de caída en el número de ejemplares vendidos, como hicieron notas varios editores al término de la última edición de la Feria del Libro, del orden del 20% respecto del encuentro de 2015, y una proyección de un 30% menos de unidades vendidas hacia fines de este 2016.

Papel vs. pantalla
Por otra parte, a casi diez años del lanzamiento del Kindle, primer lector de libros electrónicos, del total de novedades el 83% (23.960 títulos) se editó en papel y el 17% (5.006) en soporte digital. Así, el porcentaje de e-books se mantiene casi sin variantes desde 2012, siempre en torno al 17%, lo que indica que, al menos por el momento, hay una preferencia por la lectura en papel, a pesar de su mayor precio. Exactamente lo contrario de lo que sucede con el periodismo gráfico en general y con los diarios en particular. “Creo que hay dos explicaciones posibles. Una que el libro de papel es un refugio frente a la sobresaturación de pantallas en la que vivimos inmersos, tanto en el plano profesional como el personal. Por otra parte, esas cifras corresponden a la Argentina; en otros países, como los Estados Unidos, el libro digital tiene una penetración más grande. Ello puede deberse a que en la Argentina no hay tanta tradición de la venta online que implica el libro digital. En el caso de los diarios, la lectura es mucho más rápida y salpicada y el acceso es gratuito”, reflexiona Brunet.
 
¿Será entonces que, como dice el periodista y escritor inglés Robert Fisk, cada vez se lee menos y peor y se escribe más y peor? Él le echa la culpa a la tecnología, en especial a la computadora, pero ese es otro tema. O no. “Evidentemente —acota Brunet— las horas frente a la pantalla son en definitiva en gran proporción horas de lectura. Pero es una lectura que no tiene nada que ver con la lectura en profundidad que implica la lectura de un libro. La respuesta sería se lee más (en todas la acepciones del término) pero se lee menos en el sentido de una lectura de un texto de cierta longitud y complejidad como es un libro”.

Los últimos datos certeros en la materia corresponden a la Encuesta Nacional de Consumos Culturales y Entorno Digital, del año 2013, llevada adelante por la entonces Secretaría de Cultura de la Nación a través del Sistema de Información Cultural de la Argentina (SInCA), dependiente de la Dirección Nacional de Industrias Culturales. Consultadas en todo el país más de 3.500 personas mayores de 12 años residentes en ciudades de más de 30.000 habitantes, se llegó a estos resultados: el 73% de la población leía diarios, un 56% leía al menos 1 libro al año, poco menos del 50% había leído revistas el último año y casi la misma cantidad leía textos de la pantalla de la computadora. La lectura digital era un fenómeno considerable en los diarios, pero bastante menor respecto de los libros (apenas un 8% de la población mencionaba haber leído algún libro digital).
Según el mismo sondeo, de los lectores de libros el 37% leía semanalmente (todos o algunos días por semana), un 11% mensualmente y un 8% con menor frecuencia. Si se considera la población total del país (incluyendo a quienes no leen), se leían casi 3 libros al año por persona mayor de 12 años. Los géneros más leídos eran cuento, novela y biografía. Y la temática más elegida, la historia.

De los 28.966 nuevos títulos publicados en 2015, el llamado Sector Editorial Comercial (SEC), integrado por empresas editoriales que distribuyen sus títulos a través de librerías, salas de venta a crédito, venta directa o distribuidoras, publicó 12.171 (85% en papel y 15% en digital), lo que representa un 42% del total. El 11% de los libros fue publicado por el propio autor, mientras que el casi 47% restante se integra con microemprendimientos editoriales (13%), empresas comerciales (distribuidores, libreros y otros, 13%), universidades públicas o privadas (6%), editoriales que distribuyen en kioscos o de forma gratuita (5%), tercer sector (5%) y entidades públicas u organismos oficiales (4%).
Sobre el lugar de publicación, el 72% se realiza entre la Ciudad y la provincia de Buenos Aires, bastante menos que el 84% de 2012 para la misma región, pero mucho más que las provincias que siguen en el ranking: Córdoba (5%), Santa Fe (3%) y San Juan (3%).

Elige tu propia temática
Siempre de acuerdo al informe de la CAL, de todos los ítems editados, el 29% corresponde a Literatura, el 19% a Ciencias Sociales (incluye libros periodísticos), el 15% a Infantil y Juvenil, el 5% a libros de Texto, igual porcentaje para libros de Derecho, el 4% a Arte, mientras que un 23% reúne a Otras: Astrología, Esoterismo y Autoayuda, 3%; Economía y empresa, 3%; Ciencias Exactas, Físicas y Naturales, 3%; Medicina, 2%; Filosofía, 2%; Psicología, 2%; Tiempo libre, hogar y juegos, 1%; Gastronomía, 1%; Ciencias aplicadas, 1%; Lengua, Lingüística y Diccionarios, 1%; Deportes, 1%; Geografía, Turismo, Hotelería, 1%; Informática, 1%; Orientalismo, 0,3%, y Temática sin especificar, 1%. En relación con el año anterior, hay un marcado ascenso en libros de Ciencias Sociales y Literatura. Respecto del soporte, Ciencias Sociales (22%) y Textos (20%) son los más publicados en digital, mientras que Infantil y Juvenil (5%) y Derecho (8%) son los menos editados en ese soporte.

“La literatura —opina la directora de Marea Editorial— es siempre la quintaesencia de la lectura de libros. Sea la ficción más comercial o la más literaria. En cuanto a las ciencias sociales, no solo incluye libros periodísticos sino también los académicos, que están floreciendo por el surgimiento desde la década pasada de numerosas editoriales universitarias. Con respecto al libro periodístico, creo que es un refugio contra la sobreabundancia de información en las redes, que deja al lector con una sensación final de desorientación”.

Otro tema del que se habla mucho y del que no existen tantas certezas, más allá de algunas experiencias particulares, es la falta de una cultura de la lectura y la dificultad para la comprensión de textos de los niños, adolescentes y jóvenes argentinos. O al menos una manera diferente, menos “respetuosa”, de acercarse al texto y a la escritura. Esto se podría deber, en parte, al lenguaje que se utiliza, por ejemplo, en las redes sociales. Sin embargo, hay un auge de las sagas para adolescentes y de los booktubers, jóvenes que hacen su propia lectura de los libros. ¿No será que quienes proporcionalmente leen menos son los adultos? “No tengo experiencia de trabajo de lectura con niños y jóvenes —concluye Brunet—, pero puedo arriesgar que lo que se pierde con la lectura fragmentaria es la capacidad de concentración en un texto de mayor complejidad y longitud en el que se desarrollan varias ideas. Como destreza, creo que las nuevas generaciones han ganado en plasticidad para recibir distintos tipos de mensajes breves y decodificarlos con rapidez. Por otra parte, es evidente que el descenso de la lectura de libros se da en todas las edades. La competencia de las pantallas está en todas las franjas etarias. Basta viajar en el subte y ver en las manos de los pasajeros, donde antes había libros o revistas, sus teléfonos”.