Sin prisa pero sin pausa

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El año 2012 ha comenzado con un fuerte debate político entre distintos sectores de la intelectualidad que se adscriben, según sus propios dichos, a una visión transformadora de la sociedad. Este debate, que hay que celebrar como signo del interés provocado por el nuevo y apasionante momento histórico que estamos viviendo, se ha expresado en varios documentos aparecidos en diferentes fechas de enero, uno de los cuales pertenece al Centro Cultural de la Cooperación Floreal Gorini (CCC), que como se sabe es una entidad de avanzada en el mundo de la cultura y el pensamiento social que actúa hace ya diez años auspiciada por el movimiento cooperativo ligado al Instituto Movilizador de Fondos Cooperativos (IMFC).

No me referiré a los detalles del debate, que están volcados, descritos y analizados en una entrevista que, en este número de Cabal Digital, se le hace al escritor y periodista Vicente Battista, sino a diversos fragmentos de la declaración del Centro Cultural porque me parecen muy esclarecedores de aspectos que, en varias oportunidades, hemos tratado. El primer dato importante que señalo es que esta polémica –y no hay que tenerle miedo a la palabra- se instaura desde un presente que juzga posible un proyecto de futuro para la Argentina, más allá de que en la evaluación de ese proyecto se puedan notar omisiones, incertidumbres o diferencias.

Un proyecto de futuro. ¿Cómo no recordar entonces la Argentina de hace diez o veinte años atrás –asunto comentado ya en otro editorial-, cuando no solo el debate sino cualquier solución a la degradante herida de la miseria y la sofocación social y cultural provocadas por el neoliberalismo se presentaba, en la cabeza de millones de personas, como virtualmente  cerrada, improbable. ¿Cómo no percibir la existencia de una etapa histórica por completo contrapuesta a aquel páramo de frustraciones que llevaban al abismo? Ningún debate se puede iniciar en este país sin tener en cuenta este hecho: que vivimos en una Argentina muy diferente a la de una y dos décadas. No hacerlo significaría discutir en el campo de las abstracciones o los puros deseos, nada más

 

¿Qué la Argentina necesita más transformaciones? Lo venimos diciendo desde hace mucho tiempo desde esta columna. Está muy bien lo que se ha hecho en todos estos años, pero hay que seguir avanzando, porque el que no avanza retrocede, como decía Goethe. Pero, ese gran poeta agregaba: la necesidad de avanzar sin pausa impone también la de avanzar sin prisa, no lentamente, sino dando los pasos que son necesarios en cada momento, para hacerlos sustentables y posibles. Como afirma la declaración del CCC: hacer transformaciones de fondo y poner fin a lastres que llevan 500 años reclama tiempo, no se puede hacer todo de la noche a la mañana.

Dicho esto, es preciso aclarar que tomarse el tiempo adecuado no significa no actuar. Y en dirección a lo que sostiene el CCC en su documento, sobre la necesidad de “tomar decisiones que promuevan la soberanía económica y el cuidado del medio ambiente”, tal vez en el problema de la megaminería, que tanta difusión tuvo en estos días la explotación del cerro riojano de Famatina, haya llegado ese momento de actuar. Por lo pronto, la decisión del gobierno provincial de no seguir adelante con el proyecto –y la suspensión por parte de la licenciataria canadiense Osisko del emprendimiento- marcan una situación nueva y una posibilidad de abrir una amplia discusión sobre el tema, que tenga en cuenta los intereses del país y los puntos de vista de los ambientalistas. Al parecer el gobierno nacional también ha expresado su conformidad con que se actúe de consenso con la población.

 

Este ejemplo nos lleva a otro punto que trata con mucha claridad el texto del CCC: la construcción de un modelo nacional, popular y democrático, como intenta llevar a cabo el actual gobierno, exige para su continuo fortalecimiento “avanzar hacia formas cada vez más plenas y participativas” en la sociedad. Una democracia sustantiva demanda una articulación vigorosa del trabajo de las organizaciones sociales, las organizaciones políticas y las instituciones del Estado. Una articulación que permitiría una constante y dialéctica combinación de la acción de abajo hacia arriba y de arriba hacia abajo.

¿Cuál es la finalidad de esa articulación? En principio frustrar las permanentes maniobras de la derecha política y de las grandes corporaciones empresarias para impedir que el proceso de cambios se profundice. En segundo término, reivindicar una idea que muchos saben pero aún no ha sido concretada: la de que solo mediante la construcción de sujeto social plural, amplio, diverso, que tome lo mejor de todas las tradiciones de lucha del país y del mundo, y se comprometa con ese proyecto popular, nacional y democrático, se podrá dar base sólida y sustentable a la posibilidad de seguir desarrollando una política pública que transforme el viejo e injusto orden social heredado. Y también actuar con la precisión y acierto, de dar el paso necesario en cada momento, sea en la megaminería o en tantas otras deudas pendientes, y concretar ese objetivo de avanzar sin prisa, con sentido de la oportunidad, pero sin pausa.