Bajo el bosque de leche

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Bajo el bosque de leche. (Under Milk Wood). De Dylan Thomas. Traducción: Ingrid Pelicori. Versión para la escena y dirección: Mariano Stolkiner y Gustavo García Mendy. Elenco: Ingrid Pelicori, Luis Campos, Belen Pasqualini, Picky Paino, Ariel Staltari, Abril Piterbarg, Alejandra Perlusky. Diseño y realización de video: Pauli Coton. Iluminación: Julio Lopez. Vestuario: Micaela Sleigh. Escenografía: Magali Acha. Duración: 110 minutos. Teatro San Martín.

Poeta galés de breve vida (1914-1953), Dylan Thomas fue un artista cuya leyenda de vida, marcada por una incontrolada adicción al alcohol, superó a veces a la de su propia obra que, sin duda, tuvo un alto e indiscutido valor. Surgido como un verdadero soplo de aire fresco en una época en que la poesía de su país parecía dominada por cierta rigidez, sus dos primeros  grandes triunfos y con los que conquistó a Londres fueron los Dieciocho poemas primero y luego los Veinticinco poemas. Nunca le faltaron críticos que consideraran a sus versos “floridos y ampulosos, pero sin verdadera sustancia”, tal vez por su facilidad para entrar en el corazón de quienes lo leían o escuchaban. Sin embargo, si hay rasgos en la arquitectura de sus poemas en los que se pueden descubrir que había allí mucha elaboración, mucha más de la que aparecía a simple vista. Ya al comienzo de los años cincuenta, viajó a Nueva York que se había fascinado con Mapa de amor y luego con Retrato de un artista cachorro. En la ciudad norteamericana, gracias a la potencia de sus versos, pero también al dominio de una voz sonora y llena de matices interpretativos, se hizo célebre entre un público, sobre todo joven, que llenaba sus recitales y lo festejaba como a una verdadera estrella musical. Dylan Thomas dejó a su muerte, unas 600 páginas para radio y televisión, 20 relatos cortos y 450 poemas, 30 de los cuales, por lo menos, son de lo mejor de su tiempo, según nos ha dicho el profesor y crítico John Goodby. Entre los textos radiofónicos está Bajo el bosque de leche, una pieza que le encargó la BBC y que en un principio se llamó Muy temprano una mañana. Se trata según la definiera el propio Dylan Thomas de una “comedia para voces”, que obviamente trata de enfatizar el rasgo fuertemente sonoro y poético de lo que está escrito. Allí habla de un día en la vida de un pueblo marítimo llamado Llaregub, que está curiosamente lanzado a una sobrevivencia llena de mansedumbre. Entre el amor y el rechazo, la ironía y el melancólico y abismal lirismo que muestra Thomas frente a las cosas, los retratos y descripciones de los personajes y las imágenes ambientales de esa zona sacudida por el frío y el mar, van armando como metáforas iluminadoras de lo extravagante, extraña y a la vez hermosa que puede ser la existencia. Como dice el director Mariano Stolkiner, plasmar toda esa generosidad verbal en un escenario era un desafío difícil, por lo que exigía de creación de un universo paralelo en lo visual y actoral de lo que las palabras proponían en el texto. En la resolución del primer aspecto, Stolkiner y García Mendy, con muy buen apoyo técnico y mediante la proyección de un video, logran una atmósfera siempre acorde a ese onirismo entre la belleza y la pesadilla que desarrolla Thomas en sus versos. La música colabora también en eso. En lo actoral, todo el despliegue del elenco logra siempre sumarse a esa atmósfera con eficacia, a veces a través de presencias sustantivas como son las de Ingrid Pelicori o Luis Campos, en otras ocasiones sin tanto poder revelador, pero siempre en un nivel que es seductor en el espectáculo.

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