Crítica de teatro: Tartufo



Entretenimientos

Tartufo. De Moliere. En versión libre de Julio Millares. Puesta en escena y dirección general: Hugo Alvarez. Escenografía y vestuario: Paula Molina. Diseño de iluminación: Salomón Solowej. Música: Julio Scalise. Reparto: Luis Margani, Santiago Ceresetto, Tina Ottaviano, Judith Schmorak, Vanina Szlatyner, Luis Marangon, Coco Sanchez, Diego Gallardo y Pablo Feletti. Teatro Corrientes Azul, Corrientes 5965. 

El teatro de los clásicos es siempre propicio para reflexionar sobre las distintas plagas que acompañan la vida en sociedad. Moliere propiciaba esa reflexión, siempre crítica, haciendo divertir a su público. Pero no por entretenidas y llenas de humor, el filo de esas impugnaciones dolía menos a quienes eran satirizados por medio de arquetipos que luego se hicieron universales y siguen describiendo conductas humanas que, todavía hoy, los mortales de esta mundo pueden verificar tan usuales y extendidas como en el siglo XVll, que fue el del gran autor francés. 
     El estreno de Tartufo en el año 1667 fue duramente rechazado por los católicos ortodoxos que se sintieron muy aludidos por las trapisondas de ese farsante moral que era el personaje que se dedica a engañar a la familia Orgón con una pureza religiosa y un desprendimiento que no son tales y logran ser descubiertos luego de algunos pasos en falso del simulador. Tartufo, debido a aquella oposición del sector clerical de Francia, tuvo que retirar la obra y solo después de varios años el monarca permitió que se diera de nuevo.

     Las picardías e hipocresías de Tartufo son hoy perfectamente reconocibles de infinidad de personajes de nuestra sociedad. Sus métodos pueden haberse vuelto más sutiles en algunos casos o  tal vez un poco más encubiertos, pero nadie desconoce que detrás de un personaje así siempre hay un espíritu que busca estafar al otro para beneficiarse en lo personal. La obra de Moliere ha sido representada muchas veces en Buenos Aires, en algunas puestas respetando el texto original, previo sometimiento a una nueva traducción y adaptación. En el caso de la versión que dirige Hugo Alvarez, la recreación literaria es obra del crítico teatral, académico y autor Julio Millares, que en su trabajo procedió con un claro criterio de identificación con el lenguaje de nuestra época para hacer más comunicables y familiares las situaciones. Esto en sintonía con la idea del director de hacer un espectáculo lo más popular y entretenido posible. Dentro de esa misma orientación está la decisión de apelar a diversos elementos teatrales de la Comedia del Arte, como las máscaras –en este caso maquillajes muy marcados o rostros con orejas enormes-, la gestualidad muy subrayada o el juego acrobático en escena, todo lo cual unido en un cóctel de varios componentes da un aire de farsa sostenido al montaje.

     En ese aspecto, hay que reconocer que Alvarez logra sus dos objetivos: hace divertir al público y lo contacta con la realidad cotidiana. El rendimiento del elenco es efectivo y parejo en sus objetivos, aunque no se pueda señalar ninguna actuación deslumbrante por el grado de hilaridad que provoca. Y no hay baches en el ritmo que imprime el director a la obra, a la que ha trabajado con evidente dedicación.

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