Crítica de teatro: Tetosterona



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Testosterona. De Sabina Berman. Versión y dirección: Daniel Veronese. Intérpretes: Osmar Nuñez y Viviana Saccone. Diseño de escenografía y video: Alberto Negrín. Diseño de iluminación: Eli Sirlin. Diseño y producción de vestuario: Laura Singh. En el Multiteatro

Testosterona, la obra teatral de la multipremiada dramaturga y directora mexicana Sabina Berman, desarrolla un planteo dramático sobre un tema sumamente atractivo: la de si la presencia de la mujer en los centros de decisión del poder podrían hacer más flexibles y humanos las reglas de competencia feroz que existen en las grandes corporaciones. Hace poco tiempo, en una entrevista que concedió a la revista Vanity Fair, la jefa del Fondo Monetario Internacional Cristine Lagarde dijo que “la crisis financiera era fruto del exceso de testosterona”, dando a entender con ello que una mayor presencia femenina en los ámbitos de decisión de las empresas mejoraría las cosas. ¿Es posible que esto sea así?
    Berman desarrolla en esta obra teatral una situación que podría brindar mucha tela para discutir sobre esta hipótesis que plantea Lagarde. Resulta que en la oficina del director de un importante medio de información, ubicada en el piso 38, de una ciudad que podría ser Nueva York, un ejecutivo de nombre Antonio se encuentra con la subdirectora de la edición digital de ese periódico, Miki, para resolver un asunto clave para el futuro de la compañía. Él, que en pocas horas debe partir de vacaciones, le confiesa a la mujer, alumna suya en la universidad en otros tiempos y protegida en el medio, que debe tomar una decisión inmediata: renunciará a su puesto por enfermedad y tiene la responsabilidad de elegir a su sucesor entre ella y el otro subdirector de la empresa, de apellido Beteta, un periodista sin escrúpulos, amigo de la verticalidad y capaz de despedir a decenas de personas sin que se le mueva un pelo. Frente a él, Miki parecería la contracara ideal: inteligente, empática con el personal, llena de creatividad, amiga de las relaciones democráticas y horizontales con el personal. Y en efecto, Antonio le dice que todo indica que ella sería la indicada, excepto por la falta de testosterona, esa hormona masculina asociada al sexo y la agresividad. Y agrega que la elección es tajante: el que no es elegido es despedido. Le propone entonces que se vaya a su casa y que piense si está dispuesta a asumir algunas de las características que tiene Beteta para asumir el máximo cargo del periódico.

      Claro que entre esta propuesta y la decisión de Miki pasan otras cosas: la nieve empieza a caer en la ciudad y el vuelo de Antonio no puede despegar y debe quedarse en la oficina y ella que, al parecer se va a su casa, regresa y retoma la conversación. Entre ambos hay un antiguo cariño resuelto en amor platónico, pero el champagne, las tensiones tan al borde, por las difíciles decisiones que deben tomar, y cierto ambiente propicio que crea el clima íntimo ayudan a que los diques que en otro tiempo funcionaron ya no lo hagan. Y los amigos y compañeros de trabajo de tantos años se vuelven esa noche amante. A la mañana siguiente habrá cambiado todo, pero las decisiones deben igual tomarse. No avanzaremos en el relato porque le resta interés al lector que quiere ir al teatro a ver la obra, pero diremos que hay un brusco cambio en los roles y lo que parecía de una manera resulta de otra. Y, en todo caso, si bien la autora resuelve el intríngulis dramático en una determinada dirección, deja al espectador con el interrogante de si lo que ocurre podrá cambiar las cosas o será solo un mero maquillaje para que todo siga igual.

     La versión que dirige Daniel Veronese es medida, muy en su estilo, pero cuenta con dos buenos intérpretes que se lucen sin llegar a resultados excepcionales, sobre todo Osmar Nuñez, cuya profesionalidad y soltura interpretativa está fuera de toda duda, pero que no está a la altura de otras grandes actuaciones suyas. Viviana Saccone está irreprochable, pero sin realizar  tampoco una labor memorable. La escenografía de Negrín muy prolija da el ambiente de armoniosa y funcional suntuosidad que debe tener la oficina de un alto ejecutivo.            

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