Relojero

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Relojero. Autor: Armando Discépolo. Dramaturgia y dirección: Analía Fedra García. Elenco: Osmar Nuñez, Horacio Roca, Laura Grandinetti, Martín Urbaneja, Federico Salles, Stella Galazzi. Iluminación: Marco Pastorino. Vestuario: Paula Molina. Escenografía: Rodrigo González Garillo. Música original: Gustavo Garcia Mendy. Teatro Regio, Córdoba 6056. De viernes a domingo. Duración: 100 minutos.

Estrenada en junio de 1934 en el Teatro San Martín de Buenos Aires por una compañía que encabezaba Luis Arata, y representada en otras ocasiones, la actualidad de la obra Relojero de Armando Discépolo asombra, más de ochenta años después de su alumbramiento, por su extraordinaria potencia. Las diferencias entre las distintas generaciones (padres e hijos) y dentro de ellas de las personas de edades similares (los hermanos, por ejemplo); el dolor de los progenitores de no haberles podido dar a sus descendientes la felicidad que hubieran querido, aunque se esforzaron para ello; la dificultad de ser honesto en una sociedad donde la moneda corrientes es la falsedad y la explotación de los otros; el predominio del egoísmo en la convivencia de las comunidades y el abandono de los sentimientos solidarios; la imposibilidad de encontrar el amor ideal y la dificultad para aceptarlo. Todos ellos y muchos otros temas enraizados en lo más hondo del espíritu humano pone Discépolo sobre el escenario en Relojero y nos deja pensando, conmovidos, como si, de pronto, hubiera pasado una tormenta por encima de nuestros cerebros y abriera una puerta a los viejos y universales fantasmas que nos habitan desde siempre y con frecuencia evitamos mirar.

       Y como el gran maestro teatral que es, Discépolo nos introduce en ese mundo sin darnos  lecciones morales, sino que nos muestra la visión del infierno posible en que se han transformado o se pueden convertir nuestras vidas, la inminencia de la tragedia que nos puede asaltar a cada paso que damos, y no porque la deseemos o convoquemos, sino por fuerza del azar, la ignorancia o de los estigmas estructurales de un sistema perverso que no es posible aplacar o vencer mediante la decisión individual, sino colectiva. Entre los fuertes interrogantes que hoy podríamos deducir, luego de ver esta excelente versión de la obra de Discépolo, es si esta sociedad contemporánea no ha acentuado, llevado al extremo en estos días varios de esos rasgos que la obra, hace ya un poco más de ochenta años, señalaba como puntos de alerta en los comportamientos de determinados personajes, en su manera de pensar, y en el afán de resistirlos en otros. Todos ellos criaturas de una familia humilde que, más por confusión que por certidumbre profunda, más apoyados en el desencanto que en una conducta reprobable, dicen lo que dicen o aspiran a salidas que son ilusorias, de no hacen más que prolongar o alimentar con más veneno su malestar. Lo cual no deja de ser escalofriante, porque nos deja la sensación de que también nosotros estamos haciendo un camino a ciegas hacia el abismo.

       No se puede decir mucho más de lo que ya se ha dicho sobre la genialidad de Discépolo, empezando por el gran trabajo revalorizador de su obra que escribió David Viñas en su prólogo a las Obras Escogidas del autor allá por finales de los sesenta. Solo añadir que cualquiera que asista este espectáculo tiene la magnífica oportunidad de ver una vez más, si lo ha visto, una de las mejores piezas del mayor de los dramaturgos argentinos del siglo veinte. Con la ventaja de que verá una versión, como si dijo, estupenda, en una adaptación y dirección muy inteligente de Analía Fedra García, una artista de mucha sensibilidad que, a pesar de su juventud, ya se ha confrontado con trascendentes textos de teatro y ha salido siempre airosa de esos desafíos. En este caso, la obra tiene en el papel central del relojero a Osmar Nuñez, lejos uno de los grandes actores del teatro argentino actual, en una composición a la altura de sus reconocidos antecedentes. También se luce todo el elenco, muy bien elegido, en especial ese otro infalible intérprete que es Horacio Roca. Hemos visto mejores escenografías de Relojero que ésta que se ve en el Regio, pero la de esta versión cumple igual con las indicaciones básicas señaladas por el autor. También son eficientes en su cometido el vestuario, la iluminación y la música.

                                                                                                             A.C.

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