El reino de los trols

Tecnología

Informe global de la Universidad de Oxford. La Argentina es uno de los países en los cuales el gobierno o partidos políticos sostienen equipos de comunicación dedicados a manipular los mensajes en las redes sociales para instalar o silenciar noticias, generar confusión y acosar a opositores.

Los trols, esos peligrosos personajes míticos del folclore escandinavo, han emergido renovados y en clave digital. Esa palabra hasta hace pocos años alejada de las conversaciones cotidianas reapareció con fuerza para describir a quienes intervienen en las redes de forma agresiva o difunden mentiras para rebajar el nivel de las discusiones hasta destruirlas.

Estos actores de las redes sociales, que fueron asociados hasta hace unos años con mentes aisladas y perversas, se han multiplicado y profesionalizado. Eso es lo que dice el informe de la Universidad de Oxford titulado «Tropas, trols y fabricantes de problemas: un inventario global de la manipulación organizada de las redes sociales», disponible en inglés en Internet. Los investigadores relevaron trabajos de fuentes confiables de distintos lugares del mundo para concluir que en al menos 28 países hay gobiernos y/o partidos políticos que sostienen equipos de comunicación dedicados a manipular los mensajes en las redes sociales para instalar o silenciar distintas noticias, generar confusión y acosar a opositores. Entre ellos está la Argentina.

 

Viejos nuevos medios

Todos los grandes medios de la historia prometieron la democratización de las comunicaciones pero, a grandes rasgos, incumplieron su promesa. Desde el cine a la TV, las tecnologías innovadoras fueron rápidamente capturadas por lógicas empresarias y políticas dispuestas a invertir para explotar su poder. Internet, con sus particularidades, no es la excepción: si bien la red está distribuida y todos podemos ser emisores con pocos recursos, el grueso del flujo de los mensajes es gestionado mayormente por Google, Facebook, Twitter y pocos más, cuyos objetivos apuntan a multiplicar las ganancias. Por su parte, los grandes medios siguen siendo la principal fuente de contenidos y están cada vez más atentos a cómo captar la atención del público en las redes. En ese panorama concentrado tanto en la circulación como en la producción, la posibilidad de un debate horizontal, un genuino intercambio de opiniones de los ciudadanos se hace cada vez más difícil
¿A qué se dedican estos equipos de comunicación? Al igual que cualquier área de comunicación, a promocionar las acciones del gobierno o el partido que los financia. Pero el poder de las redes reside en que pretenden ser, al menos en teoría, un reflejo directo de la opinión pública. Por eso, los equipos especializados en este tipo de comunicación requieren un funcionamiento «encubierto» y una apariencia espontánea cuando no hablan desde los perfiles institucionales.
Según explica el informe, la mayor parte de estos equipos digitales opera sobre sus propios ciudadanos, aunque algunos también llegan a otros países. Los trols rusos, por ejemplo, aprenden inglés para intervenir en los Estados Unidos, como hicieron durante las últimas elecciones presidenciales distribuyendo noticias falsas por Twitter o Facebook, reproduciéndolas en sitios creados especialmente y tapando las desmentidas a fuerza de mensajes.

Otra característica novedosa es que ya no solo los regímenes autoritarios utilizan trols, sino también los democráticos, muchas veces tercerizando el servicio a empresas.
Los mecanismos utilizados para encauzar la opinión pública son muchos. Uno de ellos es instalar temas puntuales en Twitter o cuentas falsas en Facebook por medio de perfiles automatizados (bots). Frente a un mensaje negativo, se busca la forma de resignificarlo en favor propio o de acusar  a quienes lo hacen circular para silenciarlos. Algunas veces se llega al acoso individual y las amenazas, como le ocurrió a la periodista Irina Sternik luego de verificar y escribir sobre un hackeo en el Ministerio de Seguridad (ver recuadro). También se crean mensajes de audio para WhatsApp con actores que cuentan «de primera mano» un hecho ocurrido (o no). Al igual que ocurre muchas veces con la manipulación de los medios, es frecuente el uso de cortinas de humo, versiones contradictorias que marean al público, como ocurrió con el caso de Santiago Maldonado quien «apareció» sucesivamente en Uruguay, Entre Ríos, Chile, muerto por una navaja y viajando en camión, entre otras historias falsas. Cuando no se puede ganar el debate, se embarra la cancha para impedirlo.

En América Latina, existen registros de equipos de gobierno en Argentina, Ecuador y Venezuela. También hay partidos que armaron equipos digitales como el PRO en nuestro país o el PSDB y el PT en Brasil. Por su parte, en EE.UU. –donde demócratas y republicanos cuentan con equipos propios– y el Reino Unido, este trabajo está directamente coordinado por servicios de inteligencia o, incluso, militares.

 

Allá vamos

En una nota reciente del diario Clarín titulada «Manipulación y cibertropas», Guillermo Riera, director de Comunicación Digital de Cambiemos en 2015, minimizó el rol de estos equipos: «hay trols y bots de todos los colores imaginables. Nosotros no los usamos porque no tienen ningún tipo efectividad. Es como usar las redes sociales con la lógica del siglo XX». El objetivo de este equipo formado por profesionales y voluntarios, aclara, es más bien dirigir mensajes específicos según los intereses de cada persona. Algunas investigaciones recientes (como «Jugada Preparada» publicada por el sitio El Gato y la Caja, entre otros ejemplos) revelan que tal vez los trols no existan, pero que los hay los hay.

Lo cierto es que la disputa por el ciberespacio comunicacional se profundizará ya que la tendencia entre los más jóvenes es a informarse a través de las redes sociales, a diferencia de lo que ocurre con las generaciones mayores. ¿Se ha logrado un control absoluto sobre las redes? Al igual que con los medios tradicionales, algunos reclamos masivos se filtran para marcar la agenda nacional como ocurrió, por ejemplo, con el #NiUnaMenos o con #DóndeEstáSantiagoMaldonado, pese a ataques sistemáticos. En todas las sociedades existe una disputa desigual por determinar qué se discute y qué conclusiones se sacan. El ciberespacio no es la excepción.

 

Esteban Magnani

Nota reproducción de Acción Digital – Edición Nº 1228