Instagram, el imperio de la imagen con sello personal

Tecnología

La revista Forbes publicó este año un artículo en el que explicaba el crecimiento de las redes sociales que se basan en compartir imágenes. Instagram, en este marco, es la que registra el mayor crecimiento.

Instagram es una red social que permite a sus usuarios compartir fotos y videos, es decir que combina el mundo audiovisual –más precisamente el de la fotografía y el video- con las posibilidades de difusión propias de las redes.   La aplicación ofrece la opción de que las imágenes puedan ser editadas y/o modificadas con distintos filtros que y a su vez se compartan en otras redes sociales, como Facebook, Twitter, Tumblr y Flickr. Pueden seguirse a los amigos o conocidos o cuentas que van desde líderes políticos, artistas, museos, ciudades hasta celebrities del mundo del espectáculo o la moda.

  Según la empresa Globalwebindex, que realiza este tipo de mediciones, en el último semestre el número de usuarios de Instagram se incrementó en un 23%, mientras que Twitter creció solo un 2% y Facebook registró una baja del 3% en el mismo período.
   La aplicación fue lanzada -para teléfonos móviles- en el Apple Store de San Francisco, Estados Unidos, en el año 2010. Kevin Systrom y Mike Krieger fueron los ideólogos de Instagram y al poco tiempo de lanzarlo se sorprendieron por el éxito de su creación. Para abril del 2012, ya habían superado los 100 millones de usuarios y en diciembre del 2014 ya sumaban 300 millones. En poco tiempo había quedado claro que habían concebido una de las herramientas más buscadas por los usuarios de las redes, y la proyección de crecimiento actual demuestra que sigue y seguirá siendo una de las redes más convocantes de la próxima década.

  Una vez que el usuario crea una cuenta puede emprender tres acciones: tomar una foto, subir una desde su galería de imágenes del celular o captar un video. Luego podrá intervenir la imagen seleccionada con alguno de los 19 filtros disponibles, cada uno con un efecto propio e inconfundible.
   Actualmente, la app permite tomar o subir fotos en su formato original –cuadrado, en homenaje a la Kodac Instamatic y a la Polaroid-, pero también en otro rectangular; y además captar y compartir videos de 15 segundos de duración (en ese sentido, posee un estabilizador de imagen que permite mejorar las tomas). Los hashtags (#) que pueden añadirse a la foto –y cumplen la misma función que en Twitter- permiten buscar imágenes por palabra clave o tema, y compartir con usuarios de todo el mundo intereses comunes.

  El sello que define a esta red y la diferencia de otras como Pinterest, que en su mayoría posee imágenes captadas por profesionales de la fotografía y la publicidad, es que Instagram privilegia el sello personal del autor: lo que vale aquí son las imágenes que ha tomado el usuario, y definen o reflejan sus intereses, su estilo de vida y su rutina personal. Sin embargo las marcas o las empresas encuentran en Instagram uno de sus medios más efectivos para comunicar sus productos.

  Facebook, que adquirió Instagram en 2012, por mil millones de dólares según trascendió, se convirtió en la red aliada de las imágenes. La posibilidad que existe de etiquetar personas en ambas redes, posibilita darle un uso social y compartir con amigos las fotos. Actualmente, también las marcas están habilitadas para crear sus cuentas y publicitar sus productos.

También la mayoría de los deportistas famosos –Leo Messi, por ejemplo- y las celebrities del mundo del cine y la televisión extranjera tienen sus perfiles online, y suman cientos o miles de seguidores. En la Argentina, músicos como Iván Noble o actores como Leonardo Sbaraglia –que demuestra un insospechado talento como fotógrafo- abrieron sus propias cuentas y reciben comentarios de sus seguidores a diario.

El caso de la modelo arrepentida que dio de baja su cuenta
  Entre los casos más curiosos que tuvieron a Instagram en el foco de atención de los medios, está en el de la modelo australiana Essena O’Neill, de 18 años, que el pasado noviembre denunció, tras cerrar su cuenta, en la que sumaba nada menos que medio millón de seguidores, “la mentira de las redes sociales” y “el costado oscuro de Instagram”.  Decidida a difundir los problemas que le había traído promocionar “ideales  dañinos de belleza” –extendidos, a otras modelos y revistas que proponen la delgadez, por ejemplo, como un valor en sí mismo-, dio de baja unas dos mil fotografías que tenían como principal objetivo la autopromoción y vendían una imagen que, según confesó después, tenían poco y nada que ver con su vida real y ocultaban además los esfuerzos desmedidos por mantenerse en forma y conseguir buenas tomas de su cuerpo, en sesiones que a menudo insumían un día entero de trabajo. Tras denunciar que las redes sociales se basan en la lógica perversa “de la aprobación social” y la “tiranía de la imagen”, desenmascaró también a las marcas que auspiciaban sus apariciones y le proveían ropa que, según dijo, “nunca me hubiera puesto para salir a la calle”.

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