Boca 0 Platense 4, una victoria heroica del "calamar"

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Es imposible hablar de Platense sin recordar a Roberto Goyeneche. El amor del “Polaco” por el “Calamar” lo ha catapultado como uno de los mayores símbolos del club. Claro está que jamás metió un enganché o una barrida para que la tribuna se emocione pero sí lució en público la blanca y marrón para homenajear al que fue el club de sus amores.

Pero Platense no es solo Goyeneche.  Se fundó en 1905 y pasó más de 70 años en la máxima categoría del fútbol argentino. Hoy, aunque su realidad se encuentra lejos de los flashes de los principales estadios del país en la B Metropolitana, nadie le puede borrar a su gente un pasado de gloriosas tardes de domingo.
El club se fundó en el Barrio de Recoleta por iniciativa de un grupo de amigos. Años más tarde se mudó para que la esquina de Cramer y Pedraza, en el límite de los barrios de Núñez y Saavedra de la Capital Federal, que se convirtió en uno de los lugares icónicos del Club, pero desde 1979 su sede está en la localidad bonaerense de Vicente López. En ese espacio, sábado a sábado, sus seguidores reviven la ilusión de volver a medirse con los grandes. Allí, en esos tablones, quienes peinan canas le cuentan a los hinchas más pequeños que en su querido “Tense”, el mítico Julio Cozzi defendió su honor bajo los tres palos, que en la tabla histórica del fútbol albiceleste ocupa el 15° lugar y que son 74 las temporadas que fue parte de los grandes - 18 en amateurismo y 56 durante el profesionalismo -.


Desde el reducto cercano a la General Paz, que divide el norte del conurbano bonaerense y la ciudad autónoma de Buenos Aires, aún resuenan triunfos históricos cómo aquel de los años ’50 ante el Independiente que tenía la delantera del seleccionado, o el que dejó sin chances al River de Passarella a fines de los ’80. Pero existe uno, quizá por ser uno de los últimos de relevancia antes de perder la categoría y por la envergadura de rival que comenzaba a gestarse, que merece el mote de inolvidable.


El 23 de febrero de 1998 Platense, como reza una crónica de la época, “descubrió todas las debilidades de Boca”. No es un hito que el equipo que aquella tarde condujo Carlos Picerni venciera a los Xeneizes en sí. De hecho en el historial general hay 24 triunfos del “Calamar”, 50 de los de la Ribera y 39 empates que conforman el total de 113 choques entre sí. El hecho extraordinario radica en el cómo. Aquella segunda fecha del Clausura el equipo de Héctor Rodolfo Veira estrenó camiseta con una franja amarilla más ancha que lo habitual, esa fue una tarde fatal y los dirigidos por el Bambino se fueron vapuleados de la Bombonera.


Aquél no era un Boca cualquiera. Venía de una excelente campaña en el Torneo Apertura ’97, donde 44 unidades no le alcanzaron para ser campeón y se había potenciado con jugadores de experiencia internacional cómo Mauricio Serna y Rodolfo “Pelusa” Cardoso que sumados a los nombres de Oscar Córdoba, Diego Latorre, Claudio Caniggia y los incipientes ídolos Palermo, Barros Schelotto, Cagna, Bermúdez y Arruabarrena, entre otros, que hacían presumir el dote de un equipo invencible.


Esa tarde de verano Boca llegaba de haberle ganado a Argentinos Juniors en la primera fecha como visitante y parecía que este iba a ser  su semestre. Pero lejos de serlo, aquel fue el domingo de un héroe desconocido para muchos hinchas boquenses: Mauricio Hanuch, la figura que hizo dos goles, mientras que “Pachorra” Godoy y el interminable Claudio Spontón, marcaron los restantes.

 

Claro está que en la previa se habían pensado muchas cosas sobre el partido, pero lo que se veía no cabía en la mente de nadie. El fútbol, con esa magia que suele darle cachetazos a la lógica, volvía a sorprender con una alta dosis de imprevisibilidad. Fue una tarde-noche única para los de Vicente López. Platense había convertido en goles sus únicos cuatro ataques profundos y el caleño Córdoba sólo tocó la pelota para sacarla de adentro de su arco. La incapacidad de Boca fue castigada por una goleada contundente de los futbolistas “Calamares”. El día, como la ilusión del pueblo Xeneize, se extinguió rápidamente. El estupor de los hinchas de Boca generó reacciones diversas. Hubo quienes alentaron por despecho, también quienes silbaron injustamente a Latorre y muchos que abuchearon lógicamente a un Caniggia que se hizo expulsar como un infante. No fue el mejor estreno para una camiseta con la que Boca, de la mano de Bianchi, solo seis meses después volvió a ser campeón.


Nada de esto parece haber afectado la moral de los hinchas del glorioso “Tense”. Hacía poquito más de cuatro años que el legendario “Polaco” entonaba los gritos de gol desde el cielo y, claro está, que ninguno presumía que el destino iba alejar al “Calamar” de la máxima categoría. Hoy, con la distancia de las grandes victorias a cuestas, es inevitable mencionar que aquella tarde de febrero en la gramilla de la Bombonera: todos los miembros de la familia de Platense “Fueron héroes”.