Girasoles

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“Vengo haciendo folklore desde hace tiempo, no es algo nuevo. Desde siempre me gustó y fue lo primero que aprendí a tocar a los seis. Sentía una deuda de hacer un disco así, y ahora concreto algo que desde hace tiempo deseaba”. Junto con el recordado Lalo de los Santos, Fito Páez, Silvina Garré, Jorge Fandermole y Adrián Abonizio, entre otros, Rubén Goldín formó parte de la Trova Rosarina e integró la primera banda de Juan Carlos Baglietto, que a comienzos de los 80 desembarcó en Buenos Aires y desde allí viajó con su música por todo el país y el continente, casi al mismo tiempo que volvía la democracia en la Argentina. Es, de todos ellos, uno de los músicos de perfil más bajo. Que solo se tornó más visible con su trabajo como coach vocal de Operación Triunfo, el reality del que participó durante sus primeras cuatro temporadas.  

Girasoles es su sexto disco en treinta y tres años, algo que probablemente no le preocupe a Goldín, que parece siempre más en busca de la excelencia que del éxito. El nuevo álbum, que sucede a Nadar, de 2013, está producido por Willy Suchar, un argentino que desarrolló su carrera en Paraguay, y grabado mayormente con músicos brasileños. Y deja en claro, una vez más, esa predilección. Aquí, además, a diferencia de sus discos anteriores, apeló a grandes creadores folklóricos y solo se reservó dos composiciones propias de las diez que componen el trabajo: la que da nombre al disco y la bellísima zamba-blues Las cosas que uno quiere: “Yo tengo para mis amigos/ la libertad/ de dejarlos solos cuando quieran/ matarse en un recuerdo./ Yo quiero para mis amigos/ la mejor tierra/ un mate calentito en el invierno/ y una trigueña que les quite el sueño./ Y en las tardes mansas/ una nueva canción que hable de ellos/ de la gente que uno quiere./ No puedo ver a esos muchachos/ en la derrota/ parados en el medio de la vida/ sin saber qué hacer./ Yo quiero que juntemos nuestras fuerzas/ y mueran los miedos/ creciendo para arriba sin veneno/ como crece el maíz./ Esto no es un juego, lo sabemos muy bien/ la vida no es una novela/ levantemos los brazos hacia el sol./ Y en las tardes mansas/ una nueva canción que hable de ellas/ de las cosas que uno quiere”.

Goldín versiona al misionero Ramón Ayala en Mi pequeño amor; a Víctor Heredia en Deja un poco de luz al partir; al correntino Osvaldo Sosa Cordero en Alma guaraní; a Rolando Valladares y Manuel J. Castilla en Bajo el sauce solo; a Carlos Guastavino y León Benarós en la zamba La tempranera, y a Julio Espinoza en Vidala para mi sombra, con la participación del gran quenista Jorge Cumbo. Y aporta ritmos de la región con As rosas não falam, del brasileño Angenor de Oliveira, más conocido como Cartola, y Qué te puedo decir, del peruano Javier Lazo.

Muy buen guitarrista, excelente cantante, prestigioso maestro de canto y delicado compositor, deja esta deuda discográfica con su primer amor musical, el folklore, perfectamente saldada.

                                                                                                        Oscar Finkelstein

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