Enamorarse es hablar corto y enredado
En la mínima galaxia de una plaza urbana, una imagen aproxima al espectador al posible inició de un amor, al leve y gradual estallido de la química de un atractivo que se empieza a expandir como una deliciosa y suave nube rosa sobre el corazón de dos personas. En un banco de ese lugar, a cuyas espaldas se ve un árbol pelado, como símbolo del desasosiego que en las almas provocan las estaciones más destempladas, dos seres se encuentran casualmente, chocan sin quererlo sus pequeñas soledades, acaso buscando, inconscientemente, el calor de la compañía reparadora.